sábado, 7 de julio de 2018

Joan Comorera sobre el nacionalismo español y la cuestión nacional

Joan Comorera i Soler
(1894-1958)


“La unión indisoluble del problema nacional y colonial [1] con el problema de la Revolución Proletaria, principio básico de la teoría nacional de Lenin y Stalin, ha de ser aceptada y comprendida por todo verdadero comunista. La comprensión de la teoría leninista-estalinista no tiene que ser puramente intelectual especulativa sino dinámica. Un comunista debe querer comprenderla y aplicarla, esencialmente, en su propio país [2].

Conocemos individuos de muy diversas ideologías que saben analizar los problemas nacional y colonial, que defendieron la causa irlandesa, que estallan de indignación al recordar la India y sus luchas por la independencia, que encienden una vela a Gandhi y otra a De Valera, que hacen suya la Carta del Atlántico en lo que asegura a los pueblos el derecho a disponer libremente de sus destinos. Pero que se cierran por completo, si de la especulación muy lejana de nuestras fronteras, les llamamos a nuestra realidad y queremos hacerles ver que en España hace falta aplicar la teoría.

Para justificar tan descomunal incongruencia, unos se ponen frenéticos para decirnos que desde los Reyes Católicos hasta hoy España es una e indivisible, que el problema catalán y vasco, y ahora el gallego, han sido promovidos artificialmente por los viajantes de tejidos o los accionistas de los altos hornos bilbaínos y determinados poetas esnobistas de Galicia. Claro está que si el problema existía...

Otros, como mucho, admiten la existencia de minúsculas diferencias «regionales», folclóricas, coloreadas por «dialectos» en decadencia que en virtud de este nuevo esfuerzo intelectual no se oponen a cierto grado de autonomías administrativas bien entendidas que ni de cerca ni de lejos amenacen la integridad de la Patria.

Otros, menos sinceros, simulan la aceptación del hecho nacional, no se oponen a una solución práctica, siempre, claro, que no se llegue al absurdo de fabricar españoles de primera y de segunda clase, como pasa ahora, por ejemplo, con los Estatutos. La Constitución otorgó un derecho igual a las nacionalidades y regiones de España para organizarse en régimen estatutario. Los hipócritas saben bien que el ejercicio de un derecho otorgado a todos, por una nacionalidad o por una región, no crea privilegio de ninguna clase. Pero por aquí van removiendo a fondo el lodo de los prejuicios para conducir de nuevo el carro hacia el camino de la España una e indivisible [3].

Y no son pocos los que sintiéndose ultrarrevolucionarios, superinternacionalistas, proclaman en voz bien alta que los problemas nacionales de Cataluña, Euzkadi y Galicia, de existir, son reaccionarios, armas fabricadas por la Iglesia y la burguesía para asegurar a aquella la integridad de su dominio espiritual, por arrancar ésta a los asustados gobiernos centrales más y más altas contribuciones. Y todavía aseguran que estos «localismos» y «particularismos» estorban o imposibilitan la necesaria solidaridad de la clase obrera, ponen ésta bajo la inspiración y las maniobras de la burguesía. Y que en nombre de un internacionalismo bien entendido, los pueblos débiles deben renunciar a su propia razón de ser y dejarse absorber por los pueblos más fuertes. Así los socialdemócratas alemanes decían a los checos: «renunciad a vuestra pobre personalidad que poco puede daros y aceptad la superior cultura alemana que os puede dar mucho». Hitler ha completado el argumento.”


Fuente: Comorera, Joan, José Díaz i el problema nacional, Nuestra Bandera, año III, 1942.


Anotaciones de Partiynost

[1] En 1921 Stalin dijo:
El tercer factor es el descubrimiento del nexo orgánico existente entre la cuestión nacional-colonial y el Poder del capital, el derrocamiento del capitalismo y la dictadura del proletariado. En la época de la II Internacional, la cuestión nacional, cuyo volumen había sido reducido al mínimo, se consideraba, por lo general, como un problema aislado, desligado de la revolución proletaria que se avecinaba. Se suponía tácitamente que la cuestión nacional se resolvería de un modo “natural”, antes de la revolución proletaria, mediante una serie de reformas realizadas dentro del marco del capitalismo; se suponía que la revolución proletaria podía llevarse a cabo sin una solución cardinal de la cuestión nacional, y que, a la inversa, la cuestión nacional podía ser resuelta sin derrocar el Poder del capital, sin la victoria de la revolución proletaria y antes de ella. Este criterio, imperialista en su esencia, pasa como hilo de engarce por las conocidas obras de Springer y de Bauer sobre la cuestión nacional. Pero en el último decenio ha quedado al desnudo todo lo que hay de erróneo y de podrido en esta concepción del problema nacional.” — El planteamiento de la cuestión nacional
[2] Engels en una carta a Konrad Schmidt, del 9 de agosto de 1890, dijo que “la concepción materialista de la historia también tiene ahora muchos amigos de esos, para los cuales no es más que un pretexto para no estudiar la historia”. Esto guarda conexión con lo que Lenin afirmó más adelante en su famoso texto de 1914, titulado El derecho de las naciones a la autodeterminación, de que “no puede ni hablarse de que los marxistas de un país determinado procedan a elaborar el programa nacional sin tener en cuenta todas las condiciones históricas generales y estatales concretas”.

[3] Comorera en una carta a Carbonell Puig, redactada el 3 de julio de 1942, dijo que no era “separatista” sino internacionalista y posteriormente en otra carta a Reis Bertal de 1948, al que era dirigente por entonces de Estat Català, dijo que “Cataluña tiene el derecho a la separación. El reconocimiento del derecho, sin embargo, no supone la aplicación automática, obligatoria. (...) Además, la separación por la separación es una idea reaccionaria ya que en nuestro caso concreto, Cataluña, constituyéndose en Estado independiente, saldría de una órbita de explotación nacional para caer dentro de otra igual o peor. Una tal «genial solución» ya ha asomado la oreja diversas veces”.



Traducción de M. I. Anufrikov para Partiynost

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