Mij. Lifschitz
(1905-1983)
(1905-1983)
La teoría marxista-leninista y la ciencia de la literatura
Literaturnaya Gazieta. 09 de agosto de 1939, N°44 (823), p.1.
En su informe de actividades ante el
Congreso XVIII del partido, el camarada de Stalin dijo: “No hay
necesidad de que un médico especialista sea también especialista en
física o botánica y a la inversa. Pero existe una rama de la
ciencia, cuyo conocimiento debe ser obligatorio para los bolcheviques
de todas las ramas de la ciencia: la ciencia marxista-leninista sobre
la sociedad, sobre las leyes del desarrollo de la sociedad, sobre las
leyes del desarrollo de la revolución proletaria, sobre las leyes
del desarrollo de la construcción socialista, sobre la victoria del
comunismo. Pues no se puede considerar auténticamente leninista al
hombre que se autodenomina leninista, pero que se encierra en su
especialidad, que se encierra, digamos, en la matemática, la
botánica o la química y que no ve nada más allá de su
especialidad. El leninista no puede ser solo un especialista de la
rama científica que ha elegido; debe ser además un trabajador
sociopolítico que se interesa vivamente por el destino de su país,
familiarizado con las leyes del desarrollo social, que puede utilizar
las leyes éticas y se esfuerza por ser partícipe activo de la
dirección política del país”.
Si el conocimiento de la ciencia
marxista-leninista es necesario incluso para el especialista en
física o matemáticas, entonces es evidente que en el área
literario-artística ello es tan necesario como el aire. No es
necesario demostrar que el análisis de la creación artística
requiere de la aplicación del método marxista-leninista de la
ciencia social, que todos los métodos de investigación restantes
sin duda han envejecido, dejando ver toda su ingenuidad y falsedad
teórica. No es necesario demostrar que los problemas especiales de
la ciencia literaria solo pueden comprenderse correctamente bajo la
iluminación de la filosofía marxista que es la cosmovisión
científica más rica, multilateral, íntegral y la única de nuestra
época. Y sin embargo, es benéfico recordar una vez más estas
verdades generalmente conocidas. Pero esto tiene su causa.
Todos recuerdan la triste experiencia
de la “metodologización”, de la “sociología vulgar” y otras
manifestaciones de la dogmática pseudomarxista. Esta dogmática
estropeó a algunas generaciones de personas que trabajaban en la
región del arte y la literatura, ella sirvió de fundamento para la
práctica nociva de la RAPP, ella se difundió a través de la
literatura de libros de texto, enciclopedias, periódicos, artículos
y libros de multitud de representantes vulgares sobre las tareas del
arte, sobre la literatura clásica del pasado, sobre la nueva
cultura. Con relación a la política, ésta escolástica
pseudomarxista no solo fue resultado de la ingenuidad y del celo
excesivo. Ella limitó a menudo con las teorías saboteadoras que
contenían una expresión determinada de las tendencias antimarxistas
(de esto no se concluye en absoluto que todo error sociológico
vulgar convierte a un hombre en enemigo del pueblo).
En la actualidad todo esto, por alguna
razón, reculo de pronto en un pasado lejano. Ahora incluso los niños
se ríen de las fantasías sociológicas que hasta no hace mucho
redactaron muchos “críticos literarios”.
La liquidación plena, final y
extraordinariamente rápida de las “concepciones” sociológico
vulgares, que en el transcurso de muchos años solo distraían a la
gente de las cuestiones actuales, es una seria conquista de nuestra
ciencia. Es una victoria del marxismo, resultado de las indicaciones
del Comité Central del partido.
Con todo, a esa rapidez, con la que
nuestro pensamiento científico se purificó de las reminiscencias
del marxismo dogmático, la cubre un peligro peculiar. El “auge y
caída” de la sociología vulgar preservó sedimentos bastante
desagradables en la consciencia de muchos especialistas de la
“crítica literaria” con el matiz de un desengaño infundado en
la teoría marxista del arte. Y allí, donde tenemos este tipo de
sedimentos siempre nos encontramos con el eclecticismo y la carencia
de ideología. Las construcciones de Friche y de otros “líderes”
de las tendencias sociológico vulgares se caracterizaron por ser
excepcionalmente, casi fantástica y absurdamente, consecuentes en el
desarrollo de una idea lo suficientemente lamentable. En la
actualidad, ha pasado de moda este tipo de consecuencia absurda. Esto
solo puede regocijarnos. Sin embargo, no es posible regocijarnos de
que en la literatura científica de los últimos años haya tantos
libros carentes de alguna idea expresada de modo consecuente. Aquí
con frecuencia la “forma sinuosa” oculta el eclecticismo vacuo
que se afana por eludir esas cuestiones complejas que no pudo
resolver y no resolvió la sociología vulgar. Toda fecha
conmemorativa nos trae nuevos libros sobre los clásicos,
investigaciones de su creaciones, etc. En estas obras no existe
ninguna “concepción” errónea, pero – ¡ay! – la labor del
calmado Nestor Kotliarevsky en comparación con ellas es el ideal de
la cientificidad a profundidad.
Va con entusiasmo de la mano del
eclecticismo simplón de la así llamada “factología”, la
búsqueda de estudios académicos, etc. Por supuesto, la sociología
vulgar menospreciaba los hechos, claro está, toda investigación
cultural debe tener su base fisiológica. Pero es triste ver que en
las adquisiciones de la cultura científica a menudo se percibe el
lado puramente formal. ¡Y que cosas tan divertidas suceden sobre
este suelo! Nuestra prensa de alguna manera ya escribió sobre un
crítico literario de Leningrado que al descubrir en el archivo de
Nadson un lamento, escrito a mano, de los “Korobeinikov” de
Nekrásov, anunció con toda seriedad el descubrimiento de una nueva
creación poética de Nadson. Al hacerlo no se olvidó de notar
incluso el tipo de papel en que fue escrito y las filigranas del
mismo. En tales fenómenos se manifiesta, en primer lugar, el digno
ridículo del “nuevo rico” culto.
No se debe olvidar que toda la
especialización, toda la cantidad de hechos y los más altos títulos
académicos no pueden salvarnos de la vacuidad interna, de la
carencia ideológica y la apostasía, si se carece del gusto por la
teoría marxista-leninista, por la comprensión seria de esta ciencia
revolucionaria y por su aplicación creativa en el trabajo.
Los fenómenos de la carencia
ideológica y el eclecticismo son la consecuencia directa y, puede
ser, más nociva de la dogmática pseudomarxista. La crisis de las
tendencias sociológico vulgares la percibieron otros especialistas
de la ciencia literaria como un signo del retorno a formas vetustas
de descolorida vegetación académica. La sociología vulgar utilizó
el concepto de “análisis de clase” y “desenmascaró” en
todo lugar a los grandes artistas del pasado. En el presente, a
menudo, nos encontramos con el extremo opuesto. El análisis de clase
se proscribe vergonzosamente en las notas, sirviendo de anexo no
obligatorio, una cláusula que resulta propia solo a la “limitación”
del escritor del pasado y que no tiene relación con sus méritos
artísticos. Las palabras “humanismo” y “carácter nacional”
se usan con tanta diligencia y falta de escrupulosidad, que los
estudiantes de las facultades de literatura apodaron de modo
afortunado a las obras conmemorativas de clásicos “publicados”.
¿Qué se concluye a partir de esto?
¿Puede ser que sea necesario no ser excesivamente duro al críticar
la sociología vulgar para no caer en el extremo opuesto? Tal opinión
es totalmente incorrecta. Al contrario, la superación de la dogmática pseudomarxista es la victoria del marxismo genuinamente
creador que incluye obligatoriamente en sí eso que acostumbramos
llamar “análisis de clase” y lo aplica no para determinaciones
sociológicas disparatadas, sino para separar todo lo verdaderamente
valioso en el arte universal de los fenómenos del declive, el
renacimiento de la reacción. La nueva vulgarización ligada con el
olvido de la ciencia marxista-leninista sobre la sociedad, entroncada íntimamente con la simplificación de viejo tipo. La sociología
vulgar y el humanismo vulgar son dos manifestaciones de una y la
misma insuficiencia, el tránsito desde un extremo a otro es un
fenómeno bastante típico.
Esto se demuestra muy fácilmente en
los ejemplos. El cam. Rokotov consideró por mucho tiempo a
Shakespeare como defensor de los intereses de la nobleza aburguesada
de la monarquía absoluta. Pero he aquí que acaece el aniversario de
Shakespeare y el cam. Rokotov en el artículo pletórico de
entusiasmo “Una gran hermandad de espíritus”
(“Internatzionalnaya Literatura” N° 3-4 de 1939) se lanza al
extremo opuesto. Él compara a Shakespeare con los iluministas
franceses del siglo XVIII, lo retrata como partidario de la revuelta
contra la monarquía absoluta, etc. “Estuvo con toda su alma por la
revuelta, escribe el cam. Rokotov, por el derrocamiento, por la
guerra civil contra el rey opresor del pueblo. Shakespeare fue un
humanista militante que confirmó en el combate sus ideales...”,
etc.
Y he aquí otro ejemplo. En el prefacio
al libro de Friche (1931) el cam. Anisimov tilda a Byron de “típico
representante de la aristocracia feudal en degradación, que refleja
en su creación la tragedia del derrumbe de los terratenientes”.
Muy bien, el cam. Anisimov ya renunció a la concepción sociológico
vulgar de la creación de Byron. Pero la cuestión de la relación
del poeta inglés con la aristocracia, la burguesía y el pueblo
sigue siendo, pese a todo, una cuestión seria y compleja que demanda
del análisis marxista. En el artículo conmemorativo sobre Byron,
escrito por el mismo cam. Anisimov (“Novi Mir” N° 1 de 1938)
solo encontramos fórmulas comunes exaltadas: “humanista”,
“optimista”, “defensor de las masas oprimidas”, “denunciador
de la sociedad burguesa-nobiliaria”, “enemigo de los tiranos”,
etc.
Como es sabido, la sociología vulgar
se aferró en alto grado a un “internacionalismo” abstracto y
absolutamente no marxista. Esto incluía en sí la tendencia de
“denuncia”, nihilista con relación al pasado del pueblo ruso,
sus particularidades nacionales. Un crítico, A. Mijaílov, escribió
en tiempos de la RAPP: “En el ámbito de la población rusa no
existe arte nacional. El arte allí no se desarrolla en forma arte
nacional granrruso, este se desarrolla en las formas de esas
expresiones artísticas que en general tenemos, digamos, el arte
proletario, el arte pequeñoburgués, etc.” (1932). Pasaron siete
años y el cam. Mijaílov asevera con el mismo ardor a un disparate
de tipo opuesto. Él demuestra, por ejemplo, que las agujas de la
arquitectura de Pedro proceden de las techumbres piramidales de la
Rusia antigua, y el prototipo de los vestíbulos en los palacios
clásicos son... los zaguanes rusos.
Tal especie de “migraciones de
Túshino” muestra con evidencia que todo género de
vulgarización se liga con el anhelo de “complacer” a toda
costa, engendra la carencia de ideología y ella misma emana de
aquella.
El peligro de fenómenos semejantes es
bastante deslustroso. Es necesario crear una atmósfera tal que
excluya el automatismo huero del pensamiento “chaquetero”, se
requiere educar a los jóvenes trabajadores de la ciencia del arte y
la literatura en el espíritu de la suprema firmeza de principios del
marxismo-leninismo genuino.
Traducción de C. Amaru para Partiynost
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