viernes, 10 de noviembre de 2017

La concepción pragmática de la verdad — G. A. Kursanov

La verdad reside a veces en la idea.
W. James


En la gnoseología, como en toda la filosofía del pragmatismo, el problema de la verdad con su particular interpretación desempeña un papel especial, constituye su base de partida. Desde el punto de vista formal, en la concepción pragmatista del proceso del conocimiento se trata del conocimiento de la verdad, de obtener juicios que comporten, como dijera J. Dewey “confirmatividad justificada”. Esta idea preside todo el sistema de la gnoseología pragmatista, lo que deriva orgánicamente del vínculo indestructible, en el pragmatismo, de la categoría de la verdad con su principal categoría: la práctica. Pero la práctica como categoría tiene en el pragmatismo un contenido completamente determinado que puede caracterizarse por la comprensión de la práctica como experiencia sensorial del sujeto cognoscente: de hecho, en el espíritu de todo el positivismo; su reducción a la actividad personal, dinámica y hasta “transformadora” del hombre como individuo; la biologización de esta actividad en la que el contenido social se diluye en la actividad vital del hombre como ser natural superior.

Las categorías de práctica y verdad son dos aspectos inseparables, pero singularmente comprendidos en la gnoseología del pragmatismo: el “éxito práctico”, el “resultado”, es el objetivo de la vida del hombre y, por ello, todas las teorías y puntos de vista son verdaderos en la medida en que sirven al logro de éxitos prácticos.

Esta tesis, determinante en la concepción pragmatista de la verdad, se revela ante todo como instrumentalismo, esencia de toda la gnoseología pragmatista. La veracidad de los conceptos, ideas y teorías se valora desde el punto de vista de su utilidad práctica, de sus ventajas, de su instrumentalidad. Sólo pueden considerarse auténticos las teorías y conceptos que sirven satisfactoriamente al hombre en la práctica, proporcionan beneficios, utilidad y son instrumentos cómodos en el proceso del conocimiento. La principal afirmación de los pragmatistas es la siguiente: es verdadera la teoría que es útil y sirve de cómodo instrumento en la vida. El instrumentalismo es el principal contenido de todo el método pragmatista en general, por ello tiene razón el filósofo marxista norteamericano H. Wells al definir todo el método pragmatista como instrumental, como método de la ventaja de los medios y los objetivos. [1]

El instrumentalismo es la base de la “regla de Peirce”, que define la idea como “regla para la acción” y ve el sentido de las afirmaciones en las consecuencias prácticas que ocasionan. Esta es, por su fundamento, la idea del instrumentalismo. El desarrollo de las ideas implícitas en la “regla de Peirce” conduce a W. James a formulaciones directamente instrumentalistas que subyacen en su comprensión de la verdad. Cuando trata de la esencia de los conceptos, las teorías y los criterios, James escribe: “Todos nuestros conceptos son . . .Denkmittel, es decir, medios auxiliares con los cuales elaboramos los hechos lógicamente”. [2] A continuación expone esta misma idea de la siguiente manera: “. . .las teorías se convierten en instrumentos, no son respuestas a interrogantes con las cuales podemos sosegarnos”, y “todas nuestras teorías son instrumentales, todas son modos intelectuales de adaptación a la realidad”. [3] James está lejos de considerar que nuestros puntos de vista, ideas y teorías deben ser necesariamente verdaderos; la veracidad como atributo no es inmanentemente propia de los conceptos y teorías. “La idea se convierte en verdad, es verdad gracias a los acontecimientos”. [4]

Por consiguiente, la veracidad de los conceptos, ideas y teorías científicas se debe, según James, no a su contenido objetivo, no al hecho de reflejarse en ellos las leyes objetivas del mundo material, sino sólo a ciertas situaciones, a circunstancias y acontecimientos especiales. A la pregunta de ¿cuándo las ideas se transforman en verdad? James responde que eso ocurre cuando la idea reporta determinado beneficio, ventaja, bien. Dice que “la verdad es una especie de lo bueno (one species of good. . .). Se llama verdadero a lo que resulta bueno en la esfera de las convicciones y, por añadidura, beneficioso en virtud de determinados fundamentos evidentes”. [5]

W. James dice que así como tomamos el mundo sensorialmente dado separando las cosas por voluntad propia, de la misma manera establecemos lo verdadero y lo falso de los juicios de acuerdo con nuestra voluntad. Todas las personas, afirma, ven las cosas de forma distinta y las valoran conforme a su temperamento y su gusto. Como prueba aduce el siguiente ejemplo. Todos vemos en el firmamento una constelación de siete estrellas, pero la denominamos de forma diversa. Unos la llaman “Osa Mayor”, otros, “vagón celeste”, los de más allá, “cazuela de cocina”. [6] ¿Qué tomar como verdad en estas diversas definiciones? Según James, no puede responderse categóricamente a esta pregunta, lo que significa de hecho relativismo, negación de cualquier propiedad objetiva de las cosas del mundo material.

Por supuesto que la Osa Mayor puede llamarse de muchas formas por analogía con las cosas más distintas, pero de aquí no se deduce que la propia disposición de las siete principales estrellas de esta constelación no tenga un significado objetivo. Por el contrario, precisamente por la situación de ellas en el espacio universal, determinada íntegramente por factores materiales objetivos, y no por el temperamento de los observadores, podemos percibir estas estrellas con una determinada configuración, a la que podemos dar los nombres más diversos. ¿Qué tiene que ver aquí el “good”, a qué viene aquí el sentido “instrumental” de los conceptos y juicios acerca de las constelaciones que percibe el hombre? La argumentación de James “evocando la Osa Mayor” se vuelve contra sus propias representaciones relativistas y subjetivistas.

En Dewey, el instrumentalismo en la comprensión de la verdad se deriva ante todo de su principio de la “ininterrupción del experimento y la naturaleza”. [7] En su concepción, esta “ininterrupción” significa que en el proceso del “experimento humano” se crean todas las leyes del mundo y los propios objetos del conocimiento. Aquí elabora el hombre los diferentes puntos de vista, ideas y teorías, cuyo significado y veracidad se determinan por su. eficiencia y utilidad en el proceso de ese mismo “experimento humano”. En el libro Reconstrucción en filosofía, Dewey dice que todas nuestras ideas, puntos de vista y principios son, en esencia, sólo hipótesis que deben elaborarse en la práctica y rechazarse, corregirse o ampliarse en dependencia de la medida en que sean un éxito o un fracaso para la necesaria dirección de nuestra experiencia de hoy. Subraya que “las ideas, teorías y sistemas, por bien elaborados que estén y sean consecuentes por sí mismos, deben considerarse hipótesis. . .” [8]

Cierto que el conocimiento humano en desarrollo incluye siempre conocimientos hipotéticos, comprendidas algunas hipótesis científicas, que tienen gran significado en el proceso del conocimiento y aseguran los avances del pensamiento humano de la ignorancia al conocimiento, del conocimiento incompleto al más completo y multilateral. Pero esto no significa que entre la teoría científica y la hipótesis no haya diferencia alguna, que pueden identificarse, como hace Dewey. Por la teoría de la ciencia se sabe que pueden considerarse teorías científicas únicamente aquellas hipótesis que han recibido confirmación en la práctica histórica del hombre: en el desarrollo de la vida social de los hombres, en la práctica de la producción material, en las observaciones y experimentos científicos. Pero entonces dejan de ser hipótesis en el sentido exacto de la palabra, convirtiéndose en teorías científicas. Mezclar todas las formas y categorías del complejo y contradictorio proceso del conocimiento, come hace prácticamente Dewey en este caso, es teóricamente inadmisible.

Cuando caracteriza su concepción de la verdad, Dewey sigue diciendo que todas nuestras teorías, ideas y sistemas son en esencia “instrumentos..., su valor no está en ellos mismos, sino en la medida en que ayudan en el trabajo”. [9] Como puede ver el lector, aquí no hay nada original; es el mismo relativismo, la misma negación de la veracidad objetiva del conocimiento humano que se da en las correspondientes afirmaciones de James.

Ideas análogas desarrolla Dewey en su libro Experiencia de la lógica experimental y en el titulado Lógica: teoría de la investigación. En el primero de ellos se detiene especialmente en el concepto “control” o “verificación” de las ideas y representaciones que surgen en el hombre con pretensiones de verdaderas. Los conocimientos devienen verdaderos sólo en virtud de su correspondiente fundamentación, su comprobación en el proceso de su aplicación y utilización, de su “control” prácticamente subjetivo. Entre los diferentes medios y métodos de que dispone el hombre, unos resultan mejores, más eficientes y útiles; otros, menos, o completamente inútiles. Los mejores entre tales medios reciben el significado de “justificados fidedignamente” y, por ello, en la comprensión de Dewey, verdaderos. “Sabemos que unos métodos de investigación son mejores que otros, lo mismo que unos métodos de cirugía, de producción agrícola, construcción de caminos, de navegación, etc. son mejores que otros. Son métodos cuya verificación viene mostrando hasta nuestros días que son los métodos mejores para lograr determinados resultados”. [10]

En Dewey, el instrumentalismo en la interpretación de la verdad está orgánicamente vinculado a la afirmación de la necesidad de “funciones lógicas de control” del proceso de investigación, realizado mediante los conceptos y juicios. Aquí, la eficacia y fertilidad de las diferentes teorías y conceptos científicos se determinan por su aptitud para ejercer las funciones de control de la investigación. Si ciertos conceptos o teorías son incapaces de ello, deberán rechazarse por la ciencia. Esto constituye una paráfrasis de esos mismos razonamientos acerca de la veracidad como utilidad, con la única diferencia de que allí se trata de la utilidad en la satisfacción de las demandas humanas en su conjunto, y aquí, en las investigaciones científicas especialmente; pero éstas se destinan a esas mismas demandas, con lo que determinan su sentido y significado. En consecuencia, las “funciones lógicas de control” están destinadas a demostrar que las diferentes teorías y conceptos científicos son instrumentos del conocimiento, y no verdades objetivas.

En la década de los años 50 apareció en los EE.UU. el compendio Estudios de la filosofía de Charles Sanders Peirce, con artículos de A. Lovejoy, W. Gallie y otros. En la hoja del título del libro aparecen ostentosamente dos ramas de olivo y, caprichosamente entrelazadas con ellas, las letras de la palabra latina veritas. Esto no es más que el emblema, pero, ¿cuál es la esencia de los puntos de vista de los autores acerca de la verdad? En el artículo de A. Lovejoy, adicto al “realismo crítico” y preconizador del pragmatismo, se defiende la idea de que en el pragmatismo lo esencial no es el concepto de la verdad ni la cuestión de la naturaleza del conocimiento, sino el problema del criterio de la significación, es decir, del sentido de nuestras ideas y representaciones. Considera que este criterio son la fe y la convicción, beliefs. El concepto de fe —dice— no puede separarse de ningún modo del concepto verdad. Pero además, la fe se interpreta aquí como “idea de nuestro intelecto”, pensamiento sobre las acciones que determinan la veracidad como utilidad de unos u otros puntos de vista, teorías y representaciones. [11] Estas disquisiciones no rebasan el marco de las representaciones pragmáticas tradicionales acerca de la veracidad en el espíritu del instrumentalismo; aquí únicamente se subraya que la fe del hombre en las acciones prácticas es la que determina el significado y el sentido de las diferentes opiniones y teorías.

Señalemos también el empeño de algunos gnoseólogos del pragmatismo de modernizar su concepción dándole una expresión semántica de moda. Por ejemplo, G. Thayer dice que los resultados de las investigaciones de una determinada situación se forman como oraciones idiomáticas; por ello, según él, el idioma y la simbolización son condición indispensable del proceso de investigación. En ese mismo espíritu se manifiesta Gallie, enfatizando que la investigación no es un proceso pensante, sino una acción práctica guiada por medio de signos y símbolos. Thayer se remite a citas de Lógica: teoría de la investigación de Dewey, plenamente encajadas en el cuadro semántico. Dewey dice, por ejemplo, que las investigaciones transcurren en forma de oración y, las oraciones son directas e instrumentales, por ello debe hacerse el análisis del significado “instrumental” de las oraciones y los términos. Aquí, ante nosotros aparece el mismo instrumentalismo, aunque investido de la forma moderna de la filosofía semántica. El papel de los instrumentos útiles o inútiles lo cumplen las oraciones y los términos del lenguaje.

Empero, aunque en su conjunto la concepción pragmática de la verdad es subjetivista, niega la veracidad objetiva de las formas y las categorías lógicas, ella cuenta en cierta medida, es decir, en la parte del planteamiento, con elementos racionales. Los gnoseólogos del pragmatismo, por ejemplo, se manifiestan contra la comprensión abstracto-racionalista de la verdad y su criterio correspondiente. En su polémica con otras concepciones idealistas muestran el dogmatismo abstracto que contienen las disquisiciones de los racionalistas, quienes proclaman la veracidad de los principios absolutos superiores fuera de toda relación con la base real terrenal. Tampoco carece de interés la tesis general de los gnoseólogos del pragmatismo acerca de que la veracidad de las ideas y las teorías se determina mediante la práctica. En este sentido, el pragmatismo es una determinada reacción contra la infecundidad y la abstracción de diferentes criterios idealistas de la veracidad. Mas debemos señalar de inmediato que para los pragmatistas, la práctica tiene, como ya liemos visto, un significado completamente determinado. Por supuesto, es cierto que la práctica como criterio de la verdad contiene también el elemento subjetivo, pero al explicar la esencia de la práctica y su papel como criterio de la veracidad, el pragmatismo absolutiza e hipertrofia este momento subjetivo, con lo cual se deforma el verdadero contenido de la misma práctica.

La presencia del momento subjetivo en la práctica no significa que toda la práctica humana tenga un carácter subjetivo. Cada persona por separado participa con su actividad en la práctica socio-histórica de las diferentes clases sociales. Con su actividad práctica el hombre comprueba la veracidad de conceptos y teorías determinadas y puede adoptar o rechazar unas u otras opiniones y teorías. Pero como es sabido, la práctica personal, individual del hombre no es más que una parte insignificante de toda la actividad histórico-social de las gentes en su conjunto y se subordina a ésta totalmente, por cuanto el factor decisivo de la vida es la actividad histórico-social y la lucha de las masas populares, de clases sociales enteras, y no de personalidades aisladas.

Prosigamos; el pragmatismo utiliza el interés que los hombres tienen por los resultados de su actividad cognoscitiva, el interés tanto personal como social en el conocimiento del mundo que les rodea. En efecto, sobre la base de la práctica social el hombre despliega su capacidad cognoscitiva, se empeña en penetrar en las leyes de la naturaleza y la sociedad, en ponerlas al servicio de sus objetivos e intereses propios. Además, procura utilizar y aplicar aquellos conocimientos que responden a sus intereses y, si se quiere, busca realmente emplear los conocimientos como “instrumentos” de su actividad. Y viceversa: el hombre desestima aquellos conocimientos, teorías e hipótesis que no se justifican, que no le brindan ningún resultado, que no facilitan el logro de sus objetivos. Pero aquí también debe tomarse en consideración que los pragmatistas atribuyen a las concepciones de “interés” y de “actividad” un sentido puramente utilitario. Reducen la actividad práctica socialmente útil del hombre a su conducta, y ésta la interpretan biológicamente, obviando el hecho de que precisamente es la actividad socio-histórica útil el poderoso estímulo para el desarrollo de conocimiento del mundo, actuando en última instancia como fuerza motriz principal de dicho conocimiento.

La inconsistencia general de principios de las posiciones gnoseológicas del pragmatismo, determinantes de la esencia de su concepción de la verdad, consiste en que, al remitirse a los distintos aspectos del proceso real del conocimiento, los separa de los otros, de todo su complicado y contradictorio contenido, los absolutiza y subordina a su posición idealista subjetivista general.

A este respecto debemos subrayar de nuevo que la comprensión subjetivista de la práctica por el pragmatismo no permite ni puede establecer el criterio científico de la veracidad. [12] Su gesto de reducir la práctica a la actividad personal, individual del hombre significa que esta práctica personal e individual debe servir de criterio al conocimiento, pero un tal criterio no puede ser objetivo, por cuanto las opiniones, las ideas y las teorías del sujeto, en este caso las comprueba el propio sujeto. Esto conduce al subjetivismo en su valoración, y con ello desaparece el verdadero criterio. La afirmación pragmatista de la “correspondencia” de nuestras ideas y representaciones a la práctica significa no la verdadera correspondencia a su realidad objetiva, a las leyes del desarrollo del mundo objetivo, sino la “correspondencia” de las ideas y representaciones del sujeto a sus propias ideas y opiniones surgidas en la actividad personal, individual y subjetivista.

Cuando revelaba la insolvencia de tales afirmaciones V. I. Lenin mostró que son equivocadas en su propia base, por cuanto desconocen lo esencial en el conocimiento: el reflejo de las leyes objetivas del mundo, la veracidad objetiva de nuestros conocimientos demostrada en la práctica socio-histórica del hombre. Por ello, V. I. Lenin dice: “El conocimiento puede ser biológicamente útil, útil en la práctica del hombre, en la conservación de la vida, en la conservación de la especie, únicamente cuando refleja la verdad objetiva, independiente del hombre”. [13]

La comprensión científica de los verdaderos intereses de los hombres y la solución científica del problema de la verdad en el conocimiento son prácticamente opuestas a la comprensión instrumentalista de la verdad. Esta contraposición se expresa con evidencia en la valoración que Lenin hace del instrumentalismo, en su carta a N. Vilónov. Tras señalar la comunidad de puntos de vista fundamentales de los pragmatistas, machistas y empiriomonistas, V. I. Lenin dice: “Considerar a la verdad instrumento del conocimiento significa pasarse de hecho al lado del agnosticismo, es decir, abandonar el materialismo”. [14] Es significativo que esto último tuvo que reconocerlo públicamente el propio James. En su libro La esencia de la verdad dice que el pragmatismo “tiende amistosamente la mano al agnosticismo kantiano, al agnosticismo moderno y, en general, al idealismo”. [15] ¡Es un reconocimiento elocuente!

En efecto, el agnosticismo de la concepción instrumentalista de la verdad deriva muy lógicamente de la negación de la verdad objetiva, lo que es orgánicamente propio del pragmatismo por considerar la verdad algo que es útil independientemente del carácter objetivo del conocimiento humano. El agnosticismo de esta concepción está relacionado también con la concepción subjetivista de la práctica, lo que excluye la posibilidad de establecer el contenido objetivamente verdadero de nuestros conocimientos. Con ello se niega el criterio objetivo de la veracidad. La reducción de tal criterio al interés personal del hombre en su experiencia subjetivista tiene lugar en la concepción instrumentalista enteramente en el espíritu del solipsismo. El pragmatismo incide prácticamente en la tesis de Protágoras acerca del hombre como medida de todas las cosas, que en gnoseología significa la absolutización de las opiniones e intereses del sujeto en el conocimiento, y esto conduce inevitablemente a prescindir de todo criterio real de la verdad.

En este sentido cuadra señalar que la teoría del conocimiento del materialismo dialéctico no niega, por supuesto, sino que, por el contrario, afirma el papel de los intereses de las gentes en el desarrollo de todos los aspectos de la vida social, incluido el interés en el proceso del conocimiento, en los resultados de su actividad cognoscitiva. La práctica de los hombres, al ser la base principal y determinante de todo el proceso del conocimiento, la fuerza motriz decisiva en el desarrollo de los conocimientos humanos, es, al mismo tiempo, el principal objetivo del conocimiento de los hombres. El conocimiento se realiza no en nombre del propio conocimiento; la ciencia no se desarrolla para la ciencia, sino en aras de los objetivos y los intereses de la vida y la actividad prácticas de las personas, por la satisfacción de sus intereses prácticos. Las necesidades de la producción material en desarrollo, del avance de la técnica, de todos los aspectos de la vida social son el factor determinante y un poderoso estímulo en el desarrollo del conocimiento científico del mundo en todas las épocas históricas.

La absolutización por el pragmatismo del momento subjetivo en el proceso del conocimiento, elevando la vida y la experiencia personal del sujeto al rango de criterio de lo verdadero o lo falso es completamente insolvente y semeja una robinsonada donde todo lo determina el individuo humano, pero que jamás ha existido realmente en ningún sitio excepto en la fantasía del novelista y en las nociones utópicas de los economistas que sustentan esas mismas posiciones subjetivistas, acientíficas.

Las posiciones fundamentales de la concepción pragmatista de la verdad, examinadas aquí, evidencian su inconsistencia científica, su oposición a los principios de la teoría científica del conocimiento. Sin embargo, los gnoseólogos del pragmatismo pretenden a una supuesta base científica de sus concepciones, intentando crear la apariencia de cientificidad y fundamentación. Esto revela el aspecto plenamente determinado de sus concepciones gnoseológicas generales y las consiguientes representaciones acerca de la verdad.

El pragmatismo pretende, ante todo, demostrar que sus verdades se basan en los datos de la biología y la fisiología. En primer plano coloca las ideas del darvinismo, el problema del darvinismo y el pragmatismo, lo que simula una fundamentación de las ideas pragmatistas mediante la gran doctrina biológica.

Una de las primeras declaraciones pragramáticas en este sentido fue el artículo de Dewey La influencia de Darwin en la filosofía, escrito ya en 1907-1909. En él se dice que el pragmatismo debe al darvinismo su “nuevo método”, sus “nuevos objetivos y propósitos” y el planteamiento de los “nuevos problemas”. [16] La conexión del pragmatismo con el darvinismo se atribuye a que los principios del darvinismo, tal y como los interpretan los pragmatistas —la lucha por la existencia, la supervivencia de las especies más adaptadas—, tienen un carácter “terrenal” y “práctico” y son tan ajenos a las abstracciones y los absolutos como los principios del pragmatismo. Por ello, afirma Dewey, el darvinismo respalda y fundamenta los criterios pragmatistas. A esta misma conexión se refiere el historiador de la filosofía norteamericana F. Mayer, al subrayar la influencia peculiar que sobre la filosofía de Dewey ejercieron Huxley, Spencer y Darwin. “Dewey, como Darwin —escribe Mayer— cree en el enfoque biológico del conocimiento”. [17] Según él, la piedra angular de todo el sistema gnoseológico de Dewey es la teoría evolucionista del darvinismo como teoría biológica que determina las leyes del desarrollo de la conciencia humana. Esto se observa muy claramente en la comprensión que Dewey tiene de la naturaleza del pensamiento como proceso basado en la actividad instintiva del organismo, lo que constituye la esencia de su concepción naturalista de la conciencia.

El libro de Ph. Wiener La evolución y los fundadores del pragmatismo es aún más característico en ese sentido. Wiener, también historiador norteamericano de la filosofía, trata especialmente en este libro el problema de la relación existente entre el pragmatismo y el darvinismo. El autor afirma que la idea darvinista de la evolución es muy afín al pragmatismo, por cuanto éste no reconoce el mundo como un todo terminado sino en proceso de constante cambio. [18] A pesar de su aparente comunidad, en esencia las ideas de la evolución del mundo orgánico están muy lejos de las afirmaciones pragmáticas acerca de “los cambios ininterrumpidos”, ya que en los pragmatistas se trata de cambios resultado de la experiencia subjetiva del hombre, donde el papel decisivo lo desempeña el propio sujeto cognoscente, que crea en su experimento el objeto del conocimiento y, en última instancia, todas las cosas del mundo objetivo. En cambio, las ideas científicas de Darwin —por oposición a las concepciones subjetivistas de los pragmatistas— expresan las leyes objetivas de la evolución del mundo orgánico, donde los factores decisivos son los factores materiales, objetivos, del desarrollo del mundo natural.

Ph. Wiener se remite también a la ley maltusiana del crecimiento de la población como uno de los elementos de ligazón entre el pragmatismo y el darvinismo. Aquí, quizá sea necesario coincidir en alguna medida con el autor: los aspectos débiles de la doctrina de Darwin se acercan realmente al pragmatismo, y la ley maltusiana del crecimiento de la población concuerda plenamente con la lógica de los razonamientos de los pragmatistas: en ambos casos se trata de la supervivencia y la adaptabilidad de los “mejores” que hallan los medios más útiles y cómodos para la vida, etc.

En su conjunto, los intentos de Wiener de fundamentar el pragmatismo con referencias al darvinismo no resisten la crítica. El pragmatismo puede valerse tan sólo de los aspectos débiles de esta doctrina o presentar una interpretación tendenciosa y con frecuencia falsa de las tesis científicas del darvinismo.

De la misma manera, las remisiones de los gnoseólogos pragmatistas al darvinismo buscando respaldo a sus posiciones en la comprensión de la naturaleza del pensamiento carecen de toda base real. El darvinismo dio un paso gigantesco en la ciencia, incluso en la revelación de las leyes del desarrollo del hombre y su pensamiento, pero sólo analiza un lado de dichas leyes, el biológico, el cual no sólo no puede explicar todos los demás aspectos, sino que ni siquiera es el más importante y decisivo en el complicado proceso de surgimiento y posterior formación de la conciencia del hombre como tal, precisamente de su conciencia social. Del hecho de que el organismo del hombre se subordina a determinadas leyes biológicas no se deduce que éstas deben definir todos los aspectos sociales de la vida y el desarrollo del hombre. El desarrollo de la producción social, el cambio de unas relaciones de producción por otras, las leyes de la lucha de clases no pueden determinarse de ninguna manera por los factores biológicos. Y precisamente estos aspectos del desarrollo de la sociedad humana ejercen la influencia decisiva en el desarrollo de la conciencia del hombre, que siempre es conciencia social. Por ello, las remisiones de los gnoseológos pragmatistas, con sus concepciones biológicas del pensamiento, al darvinismo, no tienen objeto ya que éste, por su contenido científico real, no pretende explicar todos los procesos de la vida del hombre, y menos aún, la actividad social consciente de las gentes.

El pragmatismo, como una serie de otras corrientes del pensamiento burgués contemporáneo, se apoya en el biologismo como en un suelo nutritivo. El filósofo checo J. Linhart dice con razón que el “voluntarismo de Nietzsche, el racismo y el existencialismo de Jaspers y Heidegger, la “mística del alma” de Clages, la “subconsciencia” de Freud, el intuitivismo de Bergson y, por último, el pragmatismo: todo esto creció sobre el suelo del “biologismo”. [19] El pragmatismo se manifiesta aquí totalmente compenetrado con las escuelas y corrientes francamente místicas y reaccionarias de la filosofía burguesa, clásicas falsificadoras de las magnas ideas del darvinismo y especuladoras tendenciosas con dichas ideas.

Los gnoseológos pragmatistas emplean también el behaviorismo como otra teoría fundamental de su “base científica”; se remiten a él con frecuencia.

¿Cuáles son los rasgos de la sicología behaviorista que la hermanan con el pragmatismo? El behaviorismo, como se sabe, se ocupa de estudiar la conducta de los animales bajo la influencia de estímulos externos, lo que, por supuesto, tiene su sentido racional. Pero la cuestión es que los behavioristas contemplan el comportamiento como suma o conjunto de reacciones exteriores del organismo ante los estímulos externos, bajo cuya influencia se produce el ejercicio puramente mecánico de los órganos del animal. Partiendo de esto, la sicología behaviorista niega de hecho la actividad consciente del animal y el hombre, disolviéndolas en reacciones mecánicas del organismo y menospreciando la diferencia cualitativa, la especificidad de la conciencia, incluido el pensamiento humano. Este rasgo de la sicología behaviorista la aproxima mucho a la gnoseología del pragmatismo basada sobre la base de las posiciones antintelectualistas comunes. La sicología behaviorista considera que la actividad psíquica de los animales y los hombres se basa en reacciones congénitas, estímulos instintivos, en tanto que las reacciones adquiridas tienen un carácter puramente mecánico. Exactamente lo mismo, los gnoseólogos del pragmatismo reducen prácticamente la actividad intelectual del hombre a las reacciones biológicas, instintivas. Al fin de cuentas, la base filosófica de esta unidad de sus ideas reside en el materialismo vulgar, tan propio de la sicología del behaviorismo como de la concepción gnoseológica del pragmatismo.

Pudiéramos decir que el darvinismo y el behaviorismo son los dos principales elementos de la “base científica” del pragmatismo. Los pragmatistas recurren, además, a otros. El pragmatista inglés Gallie, por ejemplo, incluye en la “base científica” del pragmatismo los siguientes elementos: 1) el estudio psicológico del “experimento místico”; 2) la filosofía vitalística de Bergson y la filosofía de Renouvier; 3) las nuevas teorías de lo “incognoscible”, y, 4) las “investigaciones físicas” y, ante todo, las “ideas del indeterminismo en física”. [20] Los tres primeros componentes hablan por sí mismos: los pragmatistas incluyen en su “base científica” tanto la mística como las ideas pseudocientíficas del vitalismo y diversas “teorías de lo incognoscible”. Lo último es también muy lógico, por cuanto el idealismo subjetivo conduce inevitablemente al agnosticismo y, al fin de cuentas, al irracionalismo. En cuanto a las “investigaciones físicas”, la explicación de Gallie es totalmente determinada: se trata esencialmente de las ideas del indeterminismo desarrolladas por los representantes del idealismo físico que especula con las dificultades y las contradicciones del desarrollo de las ciencias naturales contemporáneas y, en el caso dado, de la mecánica cuántica. En este sentido el pragmatismo habla de la causalidad como resultado de las “funciones lógicas del control”, es decir, niega con franqueza la conexión objetiva de los acontecimientos, lo que cuadra plenamente con la interpretación de la mecánica cuántica en el espíritu del indeterminismo.

Por todo ello, esta base pseudocientífica a la que se remiten los gnoseólogos pragmatistas, aun creando la apariencia de cientificidad de sus concepciones, habla con claridad del antintelectualismo de sus teorías gnoseológicas. En la gnoseología del pragmatismo no existe ninguna base verdaderamente científica, lo que determina en buena medida el acientismo de sus concepciones de la verdad, su oposición al proceso real del conocimiento científico del mundo.

Todo esto evidencia con suficiente claridad la insolvencia científica de la concepción pragmatista de la verdad y de todos los principios de la gnoseología pragmatista.



Notas

[1] Véase H. K. Wells, Pragmatism-Philosophy of Imperialism, New York, 1954, pp. 187-195.

[2] W. James, Pragmatism. A New Name for Some Old Ways of Thinking, New York, 1907, pp. 171-172.

[3] Ibíd., pp. 53, 194.

[4] Ibíd., p. 207.

[5] Ibíd., pp. 75-76.

[6] Ibíd., pp. 255-256.

[7] F. Dewey, Experience and Nature, New York, 1925, pp. 1, 4, 8-9.

[8] F. Dewey, Reconstruction in Philosophy, New York, 1937, p. 145.

[9] Ibíd. 

[10] F. Dewey, Logic: Theory of Inquiry, New York, 1938, p. 104.

[11] Véase Studies in the Philosophy of Charles Sanders Peirce, Camb.—Mass, 1952, pp. 4, 5 y 11.

[12] El filósofo soviético Yu. Melville ha desentrañado profundamente esta tesis en su artículo El problema de la verdad en el pragmatismo. Art.: La gnoseología idealista moderna. Redacción general de G. Kursánov. M., 1968.

[13] V. I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, O. C., t. 18, pág. 142.

[14] V. I. Lenin, Carta a N. Vilónov, O. C., t. 47, pág. 246.

[15] W. James, The Meaning of Truth, London, 1909, p. 215.

[16] Véase Dewey, The Influence of Darwin on Philosophy, New York, 1910.

[17] F. Mayer, A History of American Thought. An Introduction, Univ. of Radl. Calif., 1951, p. 304.

[18] Ph. Wiener, Evolution and the Founders of Pragmatism, Camb., 1949, pp. 2-8.

[19] J. Linhart, Pragmatismo norteamericano, Moscú, 1954, pág. 48.

[20] Véase W. Gallie, Peirce and Pragmatism, p. 34.



Fuente: Kursanov, G. A., Veritas. Fundamentos de la teoría leninista de la verdad y crítica de las concepciones idealistas modernas, Editorial Progreso, Moscú, 1977, pp. 249-265.



Digitalizado por M. I. Anufrikov para Partiynost

No hay comentarios:

Publicar un comentario