sábado, 20 de octubre de 2018

El reformismo socialdemócrata y el laborismo inglés (IV) — Manuel Agustín Aguirre

Manuel Agustín Aguirre
(1903-1992)

Parte I
Parte II
Parte III 

D

El Estado democrático y la seguridad social



La socialdemocracia abriga la esperanza de transformar el sistema capitalista por medio de la democracia burguesa y ampliando la seguridad social. En primer término, la democracia en su sentido auténtico, nunca pudo ni podrá realizarse plenamente dentro de este sistema y resulta cada vez más incompatible con el capitalismo en su última etapa, la etapa monopolista y el capitalismo de Estado. La concentración del poder económico en pocas manos, conduce al centralismo político, social y cultural en grupos oligárquicos, que son los que, en realidad, ejercen el poder a través de dictaduras bestiales como las nazifascistas o manipulando una democracia representativa, a la que se le extrae todo su contenido hasta dejarla como una cáscara vacía.

Es necesario, aunque sea en forma breve, sintetizar el desarrollo de la democracia dentro de la sociedad, para desprender la conclusión de que si bien con el desenvolvimiento del capitalismo de libre competencia y de libre empresa, se desarrolla la democracia burguesa, para la clase burguesa, no constituye ni siquiera una pieza integrante del sistema y antes bien comienza a diferenciarse y contraponerse, en una contradicción que cada vez más se agudiza en la etapa monopolista, y es arrojada por la borda cuando no sirve para garantizar y mantener sus intereses.

Desde la época de Aristóteles, la democracia se levanta sobre dos principios fundamentales, de los que es resultado y matriz, al mismo tiempo: libertad e igualdad. De la ampliación o restricción de estas bases, depende la realización de la democracia. La democracia burguesa, al erigir la personalidad humana sobre el derecho de propiedad privada capitalista, puso trabas a su realización como tal, ya que comenzaba por limitar y anular la libertad y la igualdad. Contra los obstáculos y limitaciones feudales e inclusive mercantilistas, se opone fundamentalmente la "libertad económica", que proclama la supresión de todas las barreras que impiden el desarrollo capitalista; a la vera de esta libertad económica se forja la libertad política contra el absolutismo feudal. Frente a una sociedad estratificada y jerárquica, que divide a los hombres en compartimientos estancos, por razón de su origen, se proclama que los hombres nacen iguales ante la ley, igualdad simplemente jurídica. Desgraciadamente, estos principios que se yerguen contra los privilegios feudales se levantan sobre otro privilegio todavía más poderoso. Al revisar la tabla de los derechos humanos encontramos que la propiedad figura en primer término, junto a la libertad y la igualdad, limitándolas y condicionándolas. Harold Lasky, en su ilustrativo ensayo "El liberalismo Europeo", nos dice: "El individuo a quien el liberalismo ha tratado de proteger es aquél que, dentro de su cuadro social, es siempre libre para comprar su libertad; pero ha sido siempre una minoría de la humanidad el número de los que tienen los recursos para hacer esa compra. Puede decirse en suma, que la idea del liberalismo está históricamente trabada, y esto de modo ineludible, con la posesión de la propiedad". Juan Jacobo Rousseau, en su obra "De la Desigualdad entre los Hombres", nos habla de que la desigualdad "consiste en los diversos privilegios de que gozan los unos en perjuicio de los otros, como el ser más rico, más distinguido, más poderoso y aun el hacerse obedecer".

Así, a la propiedad feudal con todos sus privilegios se les sustituyen los de la propiedad capitalista, lo que anula toda posibilidad de igualdad que no sea sino una falsa y débil igualdad legal; y la llamada fraternidad o solidaridad, se ahoga entre las mallas del dominio y explotación de unos hombres por otros, que están en la base del sistema. De allí que se haya dicho que lo único que existe es la libertad para explotar, la igualdad ante la explotación y la fraternidad entre los lobos y los corderos. Homo, hominis lupus: "el hombre es el lobo del hombre", es la divisa del sistema.

En esta situación, la democracia no podía ser otra cosa que una democracia de clase, de la clase burguesa, como antes existiera una democracia esclavista basada en la opresión de los esclavos. Resulta, pues, claro que la democracia y el capitalismo crecieron en una constante contradicción; y que si bien aunque mutilada en su desarrollo, ha podido coexistir en el capitalismo de la empresa mediana o libre empresa, deja de existir realmente en la etapa de los monopolios y el gran capital, como aconteciera con la violencia nazifascista; y cuando aún continúa subsistiendo en países como los Estados Unidos o Inglaterra, ha tenido que adaptarse a las modalidades del dominio monopolista. Veamos, como un ejemplo, en que ha quedado la libertad de expresión, la libertad de prensa. Si pudo haber tenido algún sentido hablar de ello cuando existían cientos de empresas pequeñas y en competencia, no lo tiene al utilizar la misma expresión cuando el oligopolio se ha enseñoreado de todos los medios de información como la prensa, la radio, la televisión. Es muy conocido aquel desahogo del periodista norteamericano, John Swinton, al brindar en un banquete de la New York Press Association: "¿Prensa independiente? No existe nada parecido en los Estados Unidos, salvo quizás en las aldeas... ¿Quién de nosotros será tan audaz como para expresar sinceramente su opinión personal? Se me paga 150 dólares semanales para preservar a mi diario de la expresión de mi opinión personal. Vosotros recibís otro tanto para hacer exactamente lo mismo. El loco que escribiera crudamente lo que piensa no tardaría en ser arrojado a la calle. Las funciones de un periodista newyorkino consisten en deformar la verdad, mentir descaradamente, pervertir, hacer sensacionalismo, arrastrarse a los pies del becerro de oro, vender a su país y a sus conciudadanos por un pedazo de pan. Todos sabemos que es una burla brindar por la 'prensa independiente'. Somos juguetes, empleados de los ricos patrones que se esconden entre bambalinas. ¡Somos prostitutas intelectuales!".

El mismo Strachey en su obra citada, se ha visto obligado a decirnos al tratarse de la prensa inglesa de mediados del siglo XX, que: "De hecho, tiene la estructura típica del oligopolio. También hay en esta industria un puñado de empresas realmente grandes que publican periódicos y revistas nacionales (y también provinciales). Y apiñado en torno a estos gigantes existe un número decreciente de independientes más pequeños, que sobreviven gracias a éste o aquel conjunto de circunstancias especiales. Además, las principales empresas que publican periódicos, como la Express, News Popers, Northcliffe Press, Ohams, Kernsley Press, el Daily Mirror y unas cuantas más,son empresas en escala verdaderamente oligopolista. Emplean capital y obtienen ganancias que las sitúan en la gran clase. Ejercen un grado notable sobre los precios que pagan y reciben. Tienden a limitar su competencia mutua, todavía feroz, a factores que no sean el precio. Son grandes sociedades por acciones que cuentan con decenas de miles de accionistas y controladas por directores y gerentes. Es muy difícil suponer que volvierón jamás a ser amenazadas nuevamente por nuevos competidores".

No puede haber libertad de pensamiento ni de conciencia cuando la prensa, la radio y la televisión manipulan al hombre y lo transforman en un simple reflejo de sus opiniones convenientemente adobadas y prefabricadas, de acuerdo con los intereses de sus monopolizadores. No puede existir libertad de reunión o asociación política, cuando existen uno o dos partidos gigantes que, en realidad, son uno, como en los Estados Unidos y algo menos en Inglaterra, y que se turnan en el poder y son los defensores del mismo statu-quo. Y en cuanto al Estado, que para el señor Strachey puede defender la democracia, o sea actuar como un Estado democrático, no hay que olvidar quienes verdaderamente lo dominan y utilizan, directa o indirectamente: los grandes monopolios.

Es absurdo adscribir a la democracia capitalista, democracia de clase, la función transformadora del capitalismo en socialismo y mucho menos tratar de realizarlo a través de la extensión de los servicios asistenciales, que se hallan limitados por el goce del beneficio garantizado por el Estado capitalista. El creerlo y mantenerlo es quedarse dentro del círculo neocapitalista sin atreverse a saltar fuera de él.

De ahí que nuestra crítica a los socialdemócratas, no sea una negación de la democracia como tal, sino un reproche al error que se comete al creer en una democracia intemporal abstracta, al margen de los intereses de clase y del Estado. Por lo demás, nosotros sostenemos la necesidad imperiosa de la democracia socialista, que debe ser una de las conquistas fundamentales de los trabajadores y el pueblo, y en la que ha de realizarse la verdadera libertad e igualdad entre los hombres, y sin la cual no podrá hablarse de verdadero socialismo.

Fuente: Manuel Agustín Aguirre, “Dos Sistemas Dos Mundos”, Editorial Universitaria, Quito, 1972.



Digitalizado por C. Amaru para Partiynost

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