sábado, 14 de julio de 2018

El reformismo socialdemócrata y el laborismo inglés (I) — Manuel Agustín Aguirre

Nota de Partiynost: con esta entrada inicia una serie consagrada a difundir a marxistas de América Latina. Partiynost es un esfuerzo mancomunado de militantes de varias nacionalidades que viven en diversos puntos del planeta, y esta serie de publicaciones refleja esta colaboración internacionalista.



Manuel Agustín Aguirre
(1903-1992)


A fines del siglo XIX y principios del XX, dentro del Partido Socialdemócrata de Alemania, aparece la corriente revisionista y reformista de Eduardo Bernstein –que a pesar de algunos reparos iniciales del marxista ortodoxo Kautsky, que luego ha de transformarse en el “renegado Kautsky”, como dijera Lenin, y el recto enfrentamiento de la socialista revolucionaria Rosa Luxemburgo– había de penetrar en la médula del Partido y conducirlo, entre otras causas, al fracaso del movimiento transformador de 1919, luego de la Primera Guerra Mundial.

Antes de pasar adelante, precisemos un tanto el significado de los términos revisionismo y reformismo, tan utilizados en las contiendas ideológicas realizadas a través del tiempo y especialmente en nuestros días. Consideramos que debe entenderse por revisionismo todo empeño teórico de inspiración burguesa, que tienda a desvirtuar o destruir los principios fundamentales del marxismo o sea atentar contra las bases mismas de la doctrina de Marx y Engels y su profundo sentido revolucionario. Por lo mismo, el reproche de revisionismo, tan común entre nosotros, no debe aplicarse en el sentido de que el marxismo sea algo intocable o hecho de una vez para siempre, lo que conduce directamente al dogmatismo, ya que puede y debe ser enriquecido con nuevas conquistas en su análisis de la realidad contemporánea como lo han hecho de la realidad contemporánea, como lo han hecho hombres como Lenin, Trosky, Mao Tse Tung, etc., que se puede decir han renovado verdaderamente el marxismo con un sentido creador; sino al hecho de que el revisionismo es tendencioso y deformador y, por lo mismo, favorece el mantenimiento del capitalismo.

En cuanto a la palabra reformismo, que no es exactamente igual al vocable revisionismo, pero que se halla en el mismo contexto, se refiere mejor a la actividad concreta y práctica, al quehacer cuotidiano, a un cierto modo de actuar dentro del capitalismo en un vano intento de curar sus defectos y atenuar sus contradicciones, volviéndolo aceptable a los trabajadores. Así, para el revisionista Bernstein y compañía, la reformas dentro del sistema capitalista son más importantes que el objetivo final de su transformación revolucionaria, que es lo que se expresa en el lema: “el movimiento es todo y el final no es nada”, anteponiendo así las inocuas reformas del sistema, a la lucha por derrocarlo, con la esperanza, además, de que el capitalismo continuamente reformado, se ha de transformar, evolutiva y gradualmente, en socialismo.

El revisionismo y reformista Bernstein, sostiene la descentralización y democratización de la propiedad por medio de la sociedad por acciones, de manera que los capitalistas en vez de reducirse se multiplican; niega la concentración y centralización del capital, alegando el incremento de la pequeña empresa en algunas ramas industriales en las que la gran industria no suprime sino que crea la pequeña propiedad, especialmente en el campo agrícola, en donde es mayor la descentralización que la concentración de las empresas; todo lo cual determina no la reducción de la clase media sino su ampliación y desarrollo. Se da por superada la anarquía de la producción y la crisis de superproducción, en nombre de los monopolios y de un “capitalismo organizado”, que ha de constituir una de las tesis de Kautsky. Esto y el incremento de los ingresos medianos, se dice, refuta la tesis marxista de la depauperación creciente de las masas trabajadoras. Se propugna un tipo de economía mixta, al sostener la necesidad de que una gran parte de las empresas permanezca en manos privadas y la nacionalización de algunas otras, así como las cooperativas de consumo, como una forma de llegar a la “producción para el uso”. Por último, se defiende el coloniaje imperialista, que ha de constituir una de las posiciones permanentes de la socialdemocracia. [1]

Como se ve, muchas de estas tesis constituyen la base de aquellas a que nos hemos referido al tratar del “capitalismo popular”, lo que demuestra que la burguesía teóricamente exhausta, acudió a los arsenales del revisionismo y reformismo socialdemócrata. Posterioremente, como lo veremos luego, la socialdemocracia, a su vez, ha de recoger el aporte de los teóricos burgueses del neocapitalismo, estableciéndose una fusión de estas dos corrientes empeñadas en el mantenimiento del sistema.

En verdad, el “socialismo democrático” que en sus principios sostuviera de algún modo la socialización de los medios de producción, ha ido desplazándose plenamente a la órbita del capitalismo y neocapitalismo, de manera que resulta difícil trazar una línea de separación entre las teorías burguesas a que nos hemos referido en el capítulo anterior y las que sostienen tales socialistas, ya sean alemanes, austriacos, franceses o laboristas ingleses, a los que vamos a tratar un poco más concretamente. Señalados estos pequeños antecedentes, dibujemos nuestro diagrama:

A




B




C




D





Notas

[1] Eduardo Bernstein, Socialismo Teórico y Socialismo Práctico, Ed. Claridad.



Fuente: Manuel Agustín Aguirre, “Dos Sistemas Dos Mundos”, Editorial Universitaria, Quito, 1972.



Digitalizado por C. Amaru para Partiynost

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