“Después de una cita de mi prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía política, Berlín, 1859, págs. IV-VII, en el que expongo el fundamento materialista de mi método [1], el escritor continúa así:
«Para Marx sólo hay una cosa importante: descubrir la ley que rige los fenómenos de cuya investigación se ocupa. Y no le interesa sólo la ley que los rige cuando tienen una forma determinada y una determinada relación, tal como se les puede observar en un período dado. Le interesa, además, la ley de su mudanza, de su desarrollo, es decir, de su paso de una forma a otra, de un orden de relaciones a otro. En cuanto ha descubierto esta ley, investiga detalladamente los efectos por los cuales se manifiesta en la vida social... En consonancia con eso, Marx se ocupa solamente de una cosa: de demostrar, mediante una investigación científica precisa, la necesidad de determinados órdenes de relaciones sociales, y de comprobar, con toda la exactitud posible, los hechos que le sirven de punto de partida y de punto de apoyo. Y le basta plenamente, si, al demostrar la necesidad del orden actual, demuestra también la necesidad de otro orden que inevitablemente habrá de nacer del primero, sin importar para ello el que los hombres crean o no crean, tengan o no tengan conciencia de ello. Marx considera el movimiento social como un proceso histórico-natural sujeto a leyes que no sólo no dependen de la voluntad, de la conciencia ni de los propósitos de los hombres, sino que, por el contrario, son las que determinan esta voluntad, esta conciencia y estos propósitos... Si el elemento consciente desempeña un papel tan subordinado en la historia de la cultura, ni que decir tiene que la crítica de esta misma cultura menos que nada puede tener por base ninguna forma de la conciencia como tampoco ningún resultado de la conciencia. En otras palabras: el punto de partida de ella no puede, en modo alguno ser la idea, sino solamente el fenómeno exterior. La crítica debe consistir en comparar, confrontar, cotejar un hecho, no con una idea, sino con otro hecho. Para ella importa sólo que los dos hechos estén investigados con la mayor exactitud posible y que, el uno con respecto al otro, representen realmente diferentes fases de desarrollo, siendo, además, importante que el orden y la sucesión de las diversas fases de desarrollo así como sus conexiones sean estudiados con no menos rigor... Algún lector tal vez pueda decirnos... que las leyes generales que rigen la vida económica son las mismas, tanto si se aplican al presente como al pasado. Marx niega precisamente esa idea. Para él no existen tales leyes generales... Por el contrario, cada gran período histórico tiene, según él, sus leyes propias... Pero en cuanto la vida ha superado cierto período de desarrollo, ha salido de una fase y ha entrado en otra, empieza a regirse ya por otras leyes. En una palabra, la vida económica presenta en este caso un cuadro análogo al que observamos en otras categorías de fenómenos biológicos... Los viejos economistas no comprendían la naturaleza de las leyes económicas, al considerarlas de la misma naturaleza que las leyes de la Física y de la Química... Un análisis más profundo de los fenómenos demuestra que los organismos sociales se diferencian unos de otros tan profundamente como los organismos animales y vegetales... La diferente estructura de estos organismos, la diversidad de sus órganos, las distintas condiciones en que éstos tienen que funcionar, etc., hacen que un mismo fenómeno pueda regirse por leyes completamente distintas en las diferentes fases de su desarrollo... Marx se niega a reconocer, por ejemplo, que la ley de la población sea siempre y en todas partes, para todas las épocas y para todos los lugares la misma; y afirma, por el contrario, que cada fase de desarrollo tiene su propia ley de la población... Los distintos grados de productividad implican consecuencias distintas, y también, por tanto, serán distintas las leyes que las rijan. Al plantearse, pues, la tarea de analizar y explicar la organización económica capitalista, Marx no hace sino formular de un modo rigurosamente científico el objetivo que debe perseguir toda investigación exacta de la vida económica... El valor científico de semejante investigación consiste en aclarar las leyes especiales que rigen el surgimiento, la existencia, el desarrollo y la muerte de un organismo social dado y su sustitución por otro organismo más elevado. Y éste es el valor que efectivamente tiene la obra de Marx.»Al definir el señor autor tan justamente lo que él llama mi verdadero método, y al juzgar tan favorablemente la aplicación que yo hago de él, ¿qué hace sino definir el método dialéctico?
Ciertamente, el procedimiento de exposición debe diferenciarse, por la forma, del de investigación. La investigación debe captar con todo detalle el material, analizar sus diversas formas de desarrollo y descubrir la ligazón interna de éstas. Sólo una vez cumplida esta tarea, se puede exponer adecuadamente el movimiento real. Si se acierta a reflejar con ello idealmente la vida del material investigado, puede parecer que lo que se expone es una construcción apriorística.
Mi método dialéctico no sólo es en su base distinto del método de Hegel, sino que es directamente su reverso. Para Hegel, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y lo real su simple apariencia. Para mí, por el contrario, lo ideal no es más que lo material transpuesto y traducido en la cabeza del hombre.
Yo he criticado el aspecto mistificador de la dialéctica hegeliana hace cerca de 30 años, cuando todavía estaba de moda. En la época en que yo estaba escribiendo el primer tomo de El Capital, los epígonos molestos, pretenciosos y mediocres, que hoy ponen cátedra en la Alemania culta, se recreaban en hablar de Hegel, como el bravo Moisés Mendelssohn, en tiempo de Lessing, hablaba de Spinoza tratándolo de «perro muerto». Por eso me he declarado yo abiertamente discípulo de aquel gran pensador e incluso, en algunos pasajes del capítulo sobre la teoría del valor, he llegado a coquetear con su modo particular de expresión. La mistificación sufrida por la dialéctica en las manos de Hegel, no quita nada al hecho de que él haya sido el primero en exponer, en toda su amplitud y con toda conciencia, las formas generales de su movimiento. En Hegel la dialéctica anda cabeza abajo. Es preciso ponerla sobre sus pies para descubrir el grano racional encubierto bajo la corteza mística.
En su forma mistificada, la dialéctica se puso de moda en Alemania porque parecía glorificar lo existente. Su aspecto racional es un escándalo y una abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la concepción positiva de lo existente incluye la concepción de su negación, de su aniquilamiento necesario; porque, concibiendo cada forma llegada a ser en el fluir del movimiento, enfoca también su aspecto transitorio; no se deja imponer por nada; es esencialmente crítica y revolucionaria.
El movimiento lleno de contradicciones de la sociedad capitalista se deja sentir para el burgués práctico del modo más impresionante en las vicisitudes de los ciclos periódicos que atraviesa la moderna industria, vicisitudes cuyo punto culminante es la crisis general. Ya se acerca de nuevo, aunque todavía se encuentre sólo en las etapas preliminares, y por la universalidad de su campo de acción y la intensidad de sus efectos, va a hacer entrar la dialéctica hasta en la cabeza de los medrados del nuevo Sacro Imperio pruso-alemán.”
Fuente: Marx, K., Epílogo a la segunda edición alemana (de El Capital), 1873
Anotaciones de Partiynost
[1] Karl Marx en su prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía política expuso brillantemente los principios fundamentales del materialismo histórico, que constituye “la aplicación de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social, a la aplicación de los principios del materialismo dialéctico a los fenómenos de la vida de la sociedad, al estudio de ésta y de su historia” (Stalin, Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, 1938):
“[...] en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización.”
En correspondencia con el materialismo dialéctico donde la categoría de ser es idéntica a la categoría de materia, el materialismo histórico parte de que el ser social es lo primario y la conciencia social lo secundario. “No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”, dice Marx. No es la conciencia social la que determina las relaciones sociales de producción necesarias que se establecen independientemente de la voluntad de los hombres, ni tampoco la dirección del desarrollo de la sociedad como suponen los idealistas, sino el ser social el que determina en última instancia la conciencia social. La conciencia social refleja el ser social. Lo ideal, pues, “no es más que lo material transpuesto y traducido en la cabeza del hombre”.
En contra de los que identifican la conciencia social y el ser social y los que rechazan la teoría marxista del reflejo, Lenin dijo en Materialismo y empiriocriticismo:
En contra de los que identifican la conciencia social y el ser social y los que rechazan la teoría marxista del reflejo, Lenin dijo en Materialismo y empiriocriticismo:
“El ser social y la conciencia social no son idénticos, exactamente lo mismo como no lo son el ser en general y la conciencia en general. De que los hombres, al ponerse en contacto unos con otros, lo hagan como seres conscientes, no se deduce de ningún modo que la conciencia social sea idéntica al ser social. En todas las formaciones sociales más o menos complejas —y sobre todo en la formación social capitalista—, los hombres, cuando entran en relación unos con otros, no tienen conciencia de cuáles son las relaciones sociales que se establecen entre ellos, de las leyes que presiden el desarrollo de estas relaciones, etc. Por ejemplo, un campesino, al vender su trigo, entra en “relación” con los productores mundiales de trigo en el mercado mundial, pero sin tener conciencia de ello, sin tener conciencia tampoco de cuáles son las relaciones sociales que se forman a consecuencia del cambio. La conciencia social refleja el ser social: tal es la doctrina de Marx. El reflejo puede ser una copia aproximadamente exacta de lo reflejado, pero es absurdo hablar aquí de identidad. Que la conciencia en general refleja el ser, es una tesis general de todo materialismo. Y no es posible no ver su conexión directa e indisoluble con la tesis del materialismo histórico que dice: la conciencia social refleja el ser social.
[...] Porque esa teoría de la identidad entre el ser social y la conciencia social es, de punta a cabo, una absurdidad, es una teoría incuestionablemente reaccionaria. Si ciertas personas la concilian con el marxismo, con la actitud marxista, forzoso nos es reconocer que estas personas valen más que sus teorías; pero las tergiversaciones teóricas flagrantes que se hacen del marxismo no las podemos justificar.
Bogdánov concilia su teoría con las conclusiones de Marx, sacrificando en aras de éstas la consecuencia elemental. Todo productor aislado en la economía mundial, tiene conciencia de introducir alguna modificación en la técnica de la producción; todo propietario tiene conciencia de que cambia ciertos productos por otros, pero esos productores y esos propietarios no tienen conciencia de que con ello modifican el ser social. Setenta Marx no bastarían para abarcar la totalidad de estas modificaciones con todas sus ramificaciones en la economía capitalista mundial. Todo lo más, se han descubierto las leyes de estas modificaciones, se ha demostrado en lo principal y en lo fundamental la lógica objetiva de estas modificaciones y de su desarrollo histórico, objetiva, no en el sentido de que una sociedad de seres conscientes, de seres humanos, pueda existir y desarrollarse independientemente de la existencia de los seres conscientes (y Bogdánov con su “teoría” no hace más que subrayar estas bagatelas), sino en el sentido de que el ser social es independiente de la conciencia social de los hombres. Del hecho de que vivís, que tenéis una actividad económica, que procreáis, que fabricáis productos, que los cambiáis, se forma una cadena de sucesos objetivamente necesaria, una cadena de desarrollos independiente de vuestra conciencia social, que no la abarca jamás en su totalidad. La tarea más alta de la humanidad es abarcar esta lógica objetiva de la evolución económica (de la evolución del ser social) en sus trazos generales y fundamentales, con objeto de adaptar a ella, tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico, su conciencia social y la conciencia de las clases avanzadas de todos los países capitalistas.”
Resulta evidente para cualquier persona que los hombres producen conscientemente, pero de ahí no se deduce que tengan siempre conciencia del carácter de las relaciones sociales de producción que se establecen en el proceso productivo, ni de la dirección del desarrollo social. Los hombres necesariamente contraen determinadas relaciones para asegurar su existencia y reproducción. Que los hombres como necesidad vital trabajen, produzcan e intercambien lo producido no depende de su voluntad o elección consciente. Al contrario, las relaciones sociales de producción establecidas dependen del grado de desarrollo de las fuerzas productivas, en particular, y de la producción social, en general. Por ello, Lenin afirma con justeza que “el ser social es independiente de la conciencia social de los hombres” y que de ningún modo el ser social y la conciencia social son idénticos, que la conciencia social constituye un reflejo más o menos exacto, aproximado, del ser social.
En relación con el desarrollo social como “proceso histórico-natural”, dijo Engels en su carta de 1890 a José Bloch:
“[...] la historia se hace de tal modo, que el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones especiales de vida; son, pues, innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que surge una resultante —el acontecimiento histórico—, que a su vez, puede considerarse producto de una fuerza única, que, como un todo, actúa sin conciencia y sin voluntad. Pues lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone otro, y lo que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido. De este modo, hasta aquí toda la historia ha discurrido a modo de un proceso natural y sometida también, sustancialmente, a las mismas leyes dinámicas. Pero del hecho de que las distintas voluntades individuales —cada una de las cuales apatece aquello a que le impulsa su constitución física y una serie de circunstancias externas, que son, en última instancia, circunstancias económicas (o las suyas propias personales o las generales de la sociedad)— no alcancen lo que desean, sino que se fundan todas en una media total, en una resultante común, no debe inferirse que estas voluntades sean = 0. Por el contrario, todas contribuyen a la resultante y se hallan, por tanto, incluidas en ella.”
Como toda forma de movimiento o modo de existencia de la materia, la materia socialmente organizada (el hombre y los distintos tipos de formaciones socioeconómicas) también se desarrolla según leyes objetivas. Que las leyes sociales, económicas, expresen un nexo objetivo, necesario y estable, relaciones entre fenómenos y procesos, no quiere decir que sean idénticas a las leyes que rigen el desarrollo de otras formas de movimiento de la materia. “[...] cualesquiera que sean las formas biológicas del movimiento que estudiemos, no podremos en modo alguno deducir de ellas las leyes de los fenómenos sociales. [...] El desprecio de la diferencia cualitativa entre las formas superiores del movimiento y las inferiores conduce al mecanicismo. Este surge cuando se intenta reducir las formas superiores del movimiento a las inferiores sin tomar en consideración todas las formas precedentes e intermedias.” (véase La materia y sus formas principales de existencia). En consecuencia, Engels dijo en una carta de 1865 a Friedrich Albert Lange:
“Las llamadas ‘leyes económicas’ no son leyes eternas de la naturaleza sino leyes históricas que surgen y desaparecen, y el código de la moderna economía política, en la medida en que los economistas lo han esbozado correcta y objetivamente, es para nosotros simplemente un resumen de las leyes y condiciones en las cuales la moderna sociedad burguesa puede existir, en una palabra: sus condiciones de producción e intercambio expresadas y resumidas de manera abstracta. Para nosotros, por lo tanto, ninguna de estas leyes, en la medida en que es una expresión de relaciones puramente burguesas, es más antigua que la moderna sociedad burguesa; aquellas las cuales han sido más o menos válidas para toda la historia previa, son tan sólo una expresión de las relaciones que son comúnes a todas las formas de sociedad basadas en el dominio de clase y la explotación de clase.”
Entre las leyes que rigen en toda formación social podemos señalar el papel determinante del ser social en relación con la conciencia social, del grado de desarrollo de las fuerzas productivas en relación con las relaciones sociales de producción, de la base económica respecto de la superestructura y de la dependencia de la naturaleza social de los hombres respecto del conjunto de relaciones sociales, entre otras. Mediante la actividad práctica social e histórica, los hombres profundizan en el conocimiento de la materia y sus distintas formas de movimiento, reflejan en la conciencia el mundo objetivo. En la medida en que los hombres sean capaces de reflejar adecuadamente el mundo objetivo y sus regularidades, podrán transformar la necesidad ciega en “necesidad para nosotros” conocida (véase Lenin sobre la libertad y la necesidad). Sólo la revolución socialista, la construcción del socialismo juntamente a la planificación científica centralizada y la transición revolucionaria del socialismo, fase inferior del comunismo, a su fase superior, al comunismo, sientan las bases para acabar con la espontaneidad del desarrollo social y la anarquía de la producción típica del capitalismo, produciéndose un salto “del reino de la necesidad al reino de la libertad”. Marx y Engels indicaron respectivamente:
“La riqueza real de la sociedad y la posibilidad de ampliar constantemente el proceso de su reproducción no dependen de la duración del plustrabajo, pues, sino de su productividad y de las condiciones más o menos fecundas de producción en que aquí se lleva a cabo. De hecho, el reino de la libertad sólo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad y la adecuación a finalidades exteriores; con arreglo a la naturaleza de las cosas, por consiguiente, está más allá de la esfera de la producción material propiamente dicha. Así como el salvaje debe bregar con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para conservar y reproducir su vida, también debe hacerlo el civilizado, y lo debe hacer en todas las formas de sociedad y bajo todos los modos de producción posibles. Con su desarrollo se amplía este reino de la necesidad natural, porque se amplían sus necesidades; pero al propio tiempo se amplían las fuerzas productivas que las satisfacen. La libertad en este terreno sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo, en vez de ser dominados por él como por un poder ciego, que lo lleven a cabo con el mínimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana. Pero éste siempre sigue siendo un reino de la necesidad. Allende el mismo empieza el desarrollo de las fuerzas humanas, considerado como un fin en sí mismo, el verdadero reino de la libertad, que sin embargo sólo puede florecer sobre aquel reino de la necesidad como su base.” Karl Marx — El CapitalTenemos, en conclusión, que la necesidad se da a través de la casualidad y la existencia de leyes objetivas históricas. El conocimiento de dichas leyes, lejos de constituir un “fatalismo”, requiere de la intensa actividad práctica de los hombres. El materialismo histórico sitúa correctamente el rol de la actividad del hombre y combate resueltamente las concepciones idealistas del hombre, la sociedad y su historia. El desconocimiento o desprecio de las leyes objetivas, de las condiciones objetivas y de los medios de lucha necesarios correspondientes condena a la clase trabajadora y a las masas populares al fracaso, a la falta de perspectiva y a la pasividad o al aventurerismo, al terrorismo bajo la idea del “héroe” y al ultraizquierdismo. Como dijo Engels también en el Anti-Dühring en relación con las leyes naturales, pero que bien puede aplicarse del mismo modo a las leyes sociales:
“Con la toma de los medios de producción por la sociedad se elimina la producción mercantil y conjuntamente el dominio del producto sobre el productor. La anarquía en la producción social es reemplazada por la organización sistemática y definida. La lucha por la existencia individual desaparece. Entonces por primera vez el hombre, en cierto sentido, finalmente se separa del resto del reino animal, y pasa de las meras condiciones animales de existencia a unas realmente humanas. Toda la esfera de condiciones de vida la cual dominó y que hasta ahora ha gobernado al hombre, cae ahora bajo el dominio y control del hombre el cual por primera vez se vuelve el real, consciente, señor de la naturaleza porque se ha convertido en el dueño de su propia organización social. Las leyes de su propia acción social, que hasta ahora se situaban cara a cara con el hombre como leyes naturales extrañas y dominándole, serán entonces usadas con una total comprensión y dominio por él. La propia organización social del hombre, que hasta ahora se le confrontaba como una necesidad impuesta por la naturaleza y la historia, ahora se convierte en el resultado de su propia acción libre. Las fuerzas objetivas externas que hasta ahora han gobernado la historia pasan bajo control del hombre mismo. Sólo desde ese momento el hombre mismo, con plena consciencia, hará su propia historia: sólo desde ese momento las causas sociales puestas en movimiento por él tendrán, principalmente y en una medida en constante crecimiento, los resultados previstos por él. Es el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad.” Friedrich Engels — Anti-Dühring
“La libertad no consiste en una soñada independencia respecto de las leyes naturales, sino en el reconocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar según un plan para determinados fines. Esto vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto respecto de aquellas que regulan el ser somático y espiritual del hombre mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo sumo en la representación, no en la realidad. La libertad de la voluntad no significa, pues, más que la capacidad de poder decidir con conocimiento de causa. Cuanto más libre es el juicio de un ser humano respecto de un determinado punto problemático, con tanta mayor necesidad estará determinado el contenido de ese juicio; mientras que la inseguridad debida a la ignorancia y que elige con aparente arbitrio entre posibilidades de decisión diversas y contradictorias prueba con ello su propia ilibertad, su situación de dominada por el objeto al que precisamente tendría que dominar. La libertad consiste, pues, en el dominio sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de las necesidades naturales; por eso es necesariamente un producto de la evolución histórica.”Por ello, siguiendo a Marx, Engels y Lenin, Stalin en su clásica obra Problemas económicos del socialismo en la URSS de los años 50 dijo:
“El marxismo concibe las leyes de la ciencia –lo mismo si se trata de las leyes de las Ciencias Naturales que de las leyes de la Economía Política– como reflejo de procesos objetivos que se operan independientemente de la voluntad de los hombres. Los hombres pueden descubrir estas leyes, llegar a conocerlas, estudiarlas, tomarlas en consideración al actuar y aprovecharlas en interés de la sociedad; pero no pueden modificarlas ni abolirlas. Y aún menos pueden formar o crear nuevas leyes de la ciencia.
¿Quiere decir eso que, por ejemplo, los efectos de la acción de las leyes naturales, los efectos de la acción de las fuerzas de la naturaleza sean en absoluto ineluctables, que las acciones destructivas de las fuerzas naturales tengan siempre y en todas partes la fuerza inexorable de elementos que no se someten a la influencia del hombre? No, no quiere decir eso. Si excluimos los procesos astronómicos, geológicos y otros análogos en los que los hombres, incluso cuando han llegado a conocer las leyes de su desarrollo, son verdaderamente impotentes para influir en ellos, en muchos otros casos los hombres no son, en absoluto, impotentes para influir en los procesos naturales. En todos esos casos, los hombres, una vez que han conocido las leyes de la naturaleza, pueden, tomándolas en consideración y apoyándose en ellas, utilizándolas y aprovechándolas debidamente, reducir la esfera de su acción, encauzar en otra dirección las fuerzas destructivas de la naturaleza y hacer que rindan provecho a la sociedad.
[...] Lo mismo hay que decir de las leyes del desarrollo económico, de las leyes de la Economía Política, tanto si se trata del período del capitalismo, como del período del socialismo. Aquí, lo mismo que en las Ciencias Naturales, las leyes del desarrollo económico son leyes objetivas que reflejan los procesos del desarrollo económico, procesos que se operan independientemente de la voluntad de los hombres. Los hombres pueden descubrir esas leyes, llegar a conocerlas y, apoyándose en ellas, aprovecharlas en interés de la sociedad, encauzar en otra dirección la acción destructiva de algunas leyes, limitar la esfera de su acción, dar vía libre a otras leyes que van abriéndose camino; pero no pueden destruir unas leyes económicas y crear otras nuevas.
Una de las peculiaridades de la Economía Política consiste en que sus leyes no son duraderas, como las leyes de las Ciencias Naturales, pues las leyes de la Economía Política, por lo menos la mayoría de ellas, actúan en el transcurso de un período histórico determinado, y después ceden lugar a nuevas leyes. Pero las leyes económicas no son destruidas, sino que cesan de actuar debido a nuevas condiciones económicas y se retiran de la escena para dejar sitio a leyes nuevas, que no son creadas por la voluntad de los hombres, sino que nacen sobre la base de nuevas condiciones económicas.”
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