domingo, 21 de junio de 2020

Marx: sobre la necesidad de unir la crítica teórica a la lucha política

Nota de Partyinost: compartimos esta carta que corresponde al período de juventud de Marx en la que despliega su crítica a los dogmas y la sectas, para Marx pues nunca se trató de elaborar una doctrina perfecta y luego anunciarla al mundo, sino de enlazar la crítica teórica a la crítica política, es decir, ligarla “a la toma de partido en política, es decir, a las luchas reales, e identificarlas con ellas”.



De Karl Marx a Arnold Ruge






Kreuznach, septiembre de 1843



Me alegra que se haya decidido usted, y que, apartando la vista del pasado, dirija sus pensamientos hacia el futuro, hacia una nueva empresa. Así, pues, en París, en la vieja escuela superior de la filosofía, absit omen!i y en la nueva capital del nuevo mundo. Lo que es necesario se abre paso. No dudo, pues, que se vencerán todos los obstáculos cuya importancia no desconozco.

Llévese o no a cabo la empresa, estaré en París para fines de mes, pues el aire de aquí le hace a uno siervo y no veo en Alemania ni el menor margen para una actividad libre.

En Alemania, todo es violentamente reprimido, ha estallado una verdadera anarquía del espíritu, el régimen de la estupidez misma, y Zurich obedece las órdenes que llegan de Berlín; está, pues, cada vez más claro que hay que buscar un nuevo centro de reunión para las cabezas realmente pensantes e independientes. Estoy convencido de que nuestro plan vendría a resolver una necesidad real, y las necesidades reales no pueden quedar insatisfechas. No dudo, pues, de la empresa propuesta, siempre y cuando que la cosa se tome en serio.

Aún casi mayores que los obstáculos externos parecen ser las dificultades internas. Pues si no media duda alguna en cuanto a "de dónde venimos", reina, en cambio, gran confusión acerca de "hacia dónde vamos". No solo se ha producido una anarquía general entre los reformadores, sino que cada cual se ve obligado a confesar que no tiene una idea exacta de lo que se trata de conseguir. Sin embargo, volvemos. a encontrarnos con que la ventaja de la nueva tendencia consiste precisamente en que no tratamos de anticipar dogmáticamente el mundo, sino que queremos encontrar el mundo nuevo por medio de la crítica del viejo. 
Hasta ahora, los filósofos habían dejado la solución de todos los enigmas quieta en los cajones de su mesa, y el estúpido mundo exotérico no tenía más que abrir la boca para que le cayeran en ella los pichones asados de la ciencia absoluta. La filosofía se ha secularizado, y la prueba más palmaria de ello la tenemos en que la misma conciencia filosófica se ha lanzado, no solo exteriormente, sino también interiormente, al tormento de la lucha. Si no es incumbencia nuestra la construcción del futuro y el dejar las cosas arregladas y dispuestas para todos los tiempos, es tanto más seguro lo que al presente tenemos que llevar a cabo; me refiero a la crítica implacable de todo lo existente; implacable tanto en el sentido de que la crítica no debe asustarse de sus resultados como en el de que no debe rehuir el conflicto con las potencias dominantes.

No soy, por tanto, partidario de que plantemos una bandera dogmática; por el contrario. Debemos ayudar a los dogmáticos a ver claro en sus tesis. Así, por·ejemplo, el comunismo es una abstracción dogmática, y, al decir esto, no me refiero a cualquier comunismo imaginario y posible, sino al comunismo realmente existente, tal como lo profesan Cabet, Dézamy, Weitling, etc. Este comunismo no es más que una manifestación aparte del principio humanista, contaminada por su antítesis, la propiedad privada. Abolición de la propiedad privada y comunismo no son, por tanto, en modo alguno, términos idénticos, y no es casual, sino que responde a una necesidad, el que el comunismo haya visto surgir frente a él otras doctrinas socialistas, como las de Fourier, Proudhon, etc., ya que él mismo es solamente una realización especial y unilateral del principio socialista.

Y el principio socialista en su totalidad no es, a su vez, más que un lado, que verse sobre la realidad de la verdadera esencia humana. Tenemos que preocuparnos también, en la misma medida, del otro lado, de la existencia teórica del hombre y hacer recaer nuestra crítica, por tanto, sobre la religión, la ciencia, etc. Queremos, además, influir en las gentes de nuestro tiempo, y concretamente, en nuestros contemporáneos alemanes. Y cabe preguntarse cómo vamos a hacerlo. Dos hechos son innegables. De una parte, la religión y luego la política constituyen temas que atraen el principal interés de la Alemania actual. Y a estos temas, tal y cómo son, hay que enlazarse, y no presentarles un sistema ya terminado, como, por ejemplo, el “Voyage en Icarie”.

La razón siempre ha existido, aunque no siempre bajo forma racional. Por tanto, el crítico puede enlazarse con cualquier forma de la conciencia teórica y práctica, para desarrollar, partiendo de las propias formas de la realidad existente, la verdadera realidad como su deber ser y su fin último. Por lo que se refiere a la vida real, vemos que precisamente el Estado político, aun cuando no se halle todavía imbuido conscientemente de los postulados socialistas, contiene en todas sus formas modernas los postulados de la razón. Y no se detiene aquí. Donde quiera presupone la razón como ya realizada. Y cae donde quiera, del mismo modo, en la contradicción entre su determinación ideal y sus premisas reales.

Partiendo de este conflicto del Estado político consigo mismo cabe, pues, desarrollar dondequiera la verdad social. Así como la religión es el índice de materias de las luchas teóricas de la humanidad, el Estado político lo es de sus luchas prácticas. El Estado político expresa, por tanto, dentro de su forma sub specie rei publicaeii todas las luchas, necesidades y verdades sociales. No se halla, pues, por debajo de la hauteur des principesiii el convertir en tema de la crítica el problema político más específico -digamos, por ejemplo, la diferencia entre el sistema estamental y el representativo-. En efecto, este problema expresa, aunque bajo forma política, la diferencia que existe entre el poder del hombre y el poder de la propiedad privada. Por tanto, el crítico no sólo puede, sino que debe entrar en estas cuestiones políticas (que, en opinión de los socialistas crasos, son indignas). Al demostrar las ventajas del sistema representativo sobre el estamental, interesa prácticamente a un gran partido. Y, al elevar el sistema representativo de su forma política a la forma general y hacer valer la verdadera significación sobre que descansa, obliga al mismo tiempo a este partido a ir más allá de sí mismo, pues su victoria es a la vez su pérdida.

Nada nos impide, pues, enlazar nuestra crítica a la crítica de la política, la toma de partido en política, es decir, a las luchas reales, e identificarla con ellas. No compareceremos, pues, ante el mundo en actitud doctrinaria, con un nuevo principio: ¡he aquí la verdad, postraos de hinojos ante ella! Desarrollaremos ante el mundo, a base de los principios del mundo, nuevos principios. No le diremos: desiste de tus luchas, que son una cosa necia; nosotros nos encargaremos de gritarte la verdadera consigna de la lucha. Nos limitaremos a mostrarle por qué lucha, en verdad, y la conciencia es algo que tendrá necesariamente que asimilarse, aunque no quiera.

La reforma de la conciencia solo consiste en hacer que el mundo cobre conciencia de sí mismo, en despertarlo del sueño acerca de sí, de explicarle sus propias acciones. Y la finalidad por nosotros perseguida no puede ser, lo mismo que la crítica de la religión por Feuerbach, otra que presentar las cuestiones políticas y religiosas bajo una forma humana consciente de sí misma.

Nuestro lema deberá ser, por tanto: la reforma de la conciencia, no por medio de dogmas, sino mediante el análisis de la conciencia mística, oscura ante sí misma, ya se manifieste en forma religiosa o en forma política. Y entonces se demostrará que el mundo posee, ya de largo tiempo atrás, el sueño de algo de lo que sólo necesita llegar a poseer la conciencia para poseerlo realmente. Se demostrará que no se trata de trazar una gran divisoria del pensamiento entre el pasado y el futuro, sino de realizar los pensamientos del pasado. Se demostrará, finalmente, que la humanidad no aborda ningún trabajo nuevo, sino que lleva a cabo con conciencia de lo que hace su viejo trabajo.

Podríamos, pues, resumir la tendencia de nuestra revista en estas palabras: que nuestro tiempo vea claro ante sí mismo (filosofía crítica) en cuanto a sus luchas y aspiraciones. Es esta una labor por el mundo y para nosotros. Sólo puede ser el resultado de una unión de fuerzas. Se trata de una confesión, y nada más. Para hacerse perdonar sus pecados, a la humanidad le basta explicarlos tal y como son.


i ¡Que no anuncie esto nada malo!

ii Bajo el prisma de la cosa pública.

iii A la altura de los principios.

Digitalizado por C. Amaru para Partiynost

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