Nota
de Partyinost: compartimos esta carta que corresponde al período
de juventud de Marx en la que despliega su crítica a los dogmas y la
sectas, para Marx pues nunca se trató de elaborar una doctrina
perfecta y luego anunciarla al mundo, sino de enlazar la crítica
teórica a la crítica política, es decir, ligarla “a la toma de
partido en política, es decir, a las luchas reales, e
identificarlas con ellas”.
De Karl Marx a Arnold Ruge
Kreuznach,
septiembre de 1843
Me
alegra que se haya decidido usted, y que, apartando la vista del
pasado, dirija sus pensamientos hacia el futuro, hacia una nueva empresa. Así, pues, en París, en la vieja escuela superior de la
filosofía, absit omen!i
y en la nueva capital del nuevo mundo. Lo que es necesario se abre
paso. No dudo, pues, que se vencerán todos los obstáculos cuya
importancia no desconozco.
Llévese
o no a cabo la empresa, estaré en París para fines de mes, pues el
aire de aquí le hace a uno siervo y no veo en Alemania ni el menor
margen para una actividad libre.
En
Alemania, todo es violentamente reprimido, ha estallado una verdadera
anarquía del espíritu, el régimen de la estupidez misma, y Zurich
obedece las órdenes que llegan de Berlín; está, pues, cada vez más
claro que hay que buscar un nuevo centro de reunión para las cabezas
realmente pensantes e independientes. Estoy convencido de que nuestro
plan vendría a resolver una necesidad real, y las necesidades reales
no pueden quedar insatisfechas. No dudo, pues, de la empresa
propuesta, siempre y cuando que la cosa se tome en serio.
Aún
casi mayores que los obstáculos externos parecen ser las
dificultades internas. Pues si no media duda alguna en cuanto a "de
dónde venimos", reina, en cambio, gran confusión acerca de
"hacia dónde vamos". No solo se ha producido una anarquía
general entre los reformadores, sino que cada cual se ve obligado a
confesar que no tiene una idea exacta de lo que se trata de
conseguir. Sin embargo, volvemos. a encontrarnos con que la ventaja
de la nueva tendencia consiste precisamente en que no tratamos de
anticipar dogmáticamente el mundo, sino que queremos encontrar el
mundo nuevo por medio de la crítica del viejo.
Hasta ahora, los
filósofos habían dejado la solución de todos los enigmas quieta en
los cajones de su mesa, y el estúpido mundo exotérico no tenía más
que abrir la boca para que le cayeran en ella los pichones asados de
la ciencia absoluta. La filosofía se ha secularizado, y la prueba
más palmaria de ello la tenemos en que la misma conciencia
filosófica se ha lanzado, no solo exteriormente, sino también
interiormente, al tormento de la lucha. Si no es incumbencia nuestra
la construcción del futuro y el dejar las cosas arregladas y
dispuestas para todos los tiempos, es tanto más seguro lo que al
presente tenemos que llevar a cabo; me refiero a la crítica
implacable de todo lo existente; implacable tanto en el sentido
de que la crítica no debe asustarse de sus resultados como en el de
que no debe rehuir el conflicto con las potencias dominantes.
No
soy, por tanto, partidario de que plantemos una bandera dogmática;
por el contrario. Debemos ayudar a los dogmáticos a ver claro en sus
tesis. Así, por·ejemplo, el comunismo es una abstracción
dogmática, y, al decir esto, no me refiero a cualquier comunismo
imaginario y posible, sino al comunismo realmente existente, tal como
lo profesan Cabet, Dézamy, Weitling, etc. Este comunismo no es más
que una manifestación aparte del principio humanista, contaminada
por su antítesis, la propiedad privada. Abolición de la propiedad
privada y comunismo no son, por tanto, en modo alguno, términos
idénticos, y no es casual, sino que responde a una necesidad, el que
el comunismo haya visto surgir frente a él otras doctrinas
socialistas, como las de Fourier, Proudhon, etc., ya que él mismo es
solamente una realización especial y unilateral del principio
socialista.
Y
el principio socialista en su totalidad no es, a su vez, más que un
lado, que verse sobre la realidad de la verdadera esencia
humana. Tenemos que preocuparnos también, en la misma medida, del
otro lado, de la existencia teórica del hombre y hacer recaer
nuestra crítica, por tanto, sobre la religión, la ciencia, etc.
Queremos, además, influir en las gentes de nuestro tiempo, y
concretamente, en nuestros contemporáneos alemanes. Y cabe
preguntarse cómo vamos a hacerlo. Dos hechos son innegables. De una
parte, la religión y luego la política constituyen temas que atraen
el principal interés de la Alemania actual. Y a estos temas, tal y
cómo son, hay que enlazarse, y no presentarles un sistema ya
terminado, como, por ejemplo, el “Voyage en Icarie”.
La
razón siempre ha existido, aunque no siempre bajo forma racional.
Por tanto, el crítico puede enlazarse con cualquier forma de la
conciencia teórica y práctica, para desarrollar, partiendo de las
propias formas de la realidad existente, la verdadera realidad como
su deber ser y su fin último. Por lo que se refiere a la vida real,
vemos que precisamente el Estado político, aun cuando no se
halle todavía imbuido conscientemente de los postulados socialistas,
contiene en todas sus formas modernas los postulados de la
razón. Y no se detiene aquí. Donde quiera presupone la razón como
ya realizada. Y cae donde quiera, del mismo modo, en la contradicción
entre su determinación ideal y sus premisas reales.
Partiendo
de este conflicto del Estado político consigo mismo cabe, pues,
desarrollar dondequiera la verdad social. Así como la religión
es el índice de materias de las luchas teóricas de la humanidad, el
Estado político lo es de sus luchas prácticas. El Estado
político expresa, por tanto, dentro de su forma sub specie rei
publicaeii
todas las luchas, necesidades y verdades sociales. No se halla, pues,
por debajo de la hauteur des principesiii
el convertir en tema de la crítica el problema político más
específico -digamos, por ejemplo, la diferencia entre el sistema
estamental y el representativo-. En efecto, este problema expresa,
aunque bajo forma política, la diferencia que existe entre el
poder del hombre y el poder de la propiedad privada. Por tanto, el
crítico no sólo puede, sino que debe entrar en estas cuestiones
políticas (que, en opinión de los socialistas crasos, son
indignas). Al demostrar las ventajas del sistema representativo sobre
el estamental, interesa prácticamente a un gran partido. Y,
al elevar el sistema representativo de su forma política a la forma
general y hacer valer la verdadera significación sobre que descansa,
obliga al mismo tiempo a este partido a ir más allá de sí mismo,
pues su victoria es a la vez su pérdida.
Nada
nos impide, pues, enlazar nuestra crítica a la crítica de la
política, la toma de partido en política, es decir, a las luchas
reales, e identificarla con ellas. No compareceremos, pues,
ante el mundo en actitud doctrinaria, con un nuevo principio: ¡he
aquí la verdad, postraos de hinojos ante ella! Desarrollaremos ante
el mundo, a base de los principios del mundo, nuevos principios. No
le diremos: desiste de tus luchas, que son una cosa necia; nosotros
nos encargaremos de gritarte la verdadera consigna de la lucha. Nos
limitaremos a mostrarle por qué lucha, en verdad, y la conciencia es
algo que tendrá necesariamente que asimilarse, aunque no
quiera.
La
reforma de la conciencia solo consiste en hacer que el mundo
cobre conciencia de sí mismo, en despertarlo del sueño acerca de
sí, de explicarle sus propias acciones. Y la finalidad por
nosotros perseguida no puede ser, lo mismo que la crítica de la
religión por Feuerbach, otra que presentar las cuestiones políticas
y religiosas bajo una forma humana consciente de sí misma.
Nuestro
lema deberá ser, por tanto: la reforma de la conciencia, no por
medio de dogmas, sino mediante el análisis de la conciencia mística,
oscura ante sí misma, ya se manifieste en forma religiosa o en forma
política. Y entonces se demostrará que el mundo posee, ya de largo
tiempo atrás, el sueño de algo de lo que sólo necesita llegar a
poseer la conciencia para poseerlo realmente. Se demostrará que no
se trata de trazar una gran divisoria del pensamiento entre el pasado
y el futuro, sino de realizar los pensamientos del pasado. Se
demostrará, finalmente, que la humanidad no aborda ningún trabajo
nuevo, sino que lleva a cabo con conciencia de lo que hace su
viejo trabajo.
Podríamos,
pues, resumir la tendencia de nuestra revista en estas palabras: que
nuestro tiempo vea claro ante sí mismo (filosofía crítica) en
cuanto a sus luchas y aspiraciones. Es esta una labor por el mundo y
para nosotros. Sólo puede ser el resultado de una unión de fuerzas.
Se trata de una confesión, y nada más. Para hacerse perdonar
sus pecados, a la humanidad le basta explicarlos tal y como son.
i ¡Que
no anuncie esto nada malo!
ii Bajo
el prisma de la cosa pública.
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