Michel Clouscard
Precisaremos nuestra
andadura crítica, nuestro método, nuestra problemática, a partir
de una crítica de la epistemología burguesa, idealista [2].
Es de la polémica que nacerá la andadura científica.
Kant está en el
origen de la epistemología de nuestro período cultural. Pero como
neokantismo, es decir reanudación y desplazamiento, tendencioso, del
corpus kantiano. La andadura científica, legítima en Kant, ya no lo
es en Husserl. Y este funda todo el conocimiento antropológico de la
cultura burguesa.
Deseamos por lo
tanto mostrar, en primer lugar, qué en la andadura crítica de Kant
puede considerarse como legítimo y luego cómo el sujeto
trascendental se pervierte en un idealismo subjetivo, reaccionario.
Dicho de otro modo, el acceso al sujeto del conocimiento siendo
revolucionario con respecto del conocimiento empírico, irracional,
del yo psicológico, la reificación de ese sujeto trascendental en
un saber de clase, empírico y sensible, fundamento de la
antropología parcelaria, será reveladora. El por qué y el cómo de
esta perversión, la crítica de una metodología, en su tránsito
del progresismo a la reacción, mostrará de modo negativo eso que
debe ser la antropología revolucionaria. Tenemos así las
condiciones primeras de nuestro método. Y si estas no son
suficientes todavía para fundar una antropología histórica, ellas
son, en un primer momento, necesarias. Kant [3]
define el sujeto trascendental como sintético; es un lugar de
coordinación de aportes heterogéneos. Ese sujeto del saber no es
objeto del saber. Este se define según las condiciones lógicas y el
yo concreto se refleja al nivel de lo sensible como objeto. Ese
sujeto trascendental define el conjunto de condiciones que regulan el
conocimiento de todo objeto posible. Una ciencia es posible
por estas condiciones a priori. Y el conocimiento de lo sensible es
de orden fenoménico (la cosa en sí no puede ser conocida). Esto es
relativo, del orden del entendimiento, puesto que se somete a las
categorías del conocimiento humano. La intuición concreta (que será
el contenido de las ciencias) sin la cual el concepto no será más
que una forma vacía, está entonces sometida a una rejilla doble: de
las categorías del conocimiento y de las condiciones a priori de
toda consciencia.
Al contrario, para
Husserl [4],
el sujeto trascendental es objeto del conocimiento. Este no se define
según las condiciones lógicas, como legisladoras de las condiciones
a priori del saber científico, sino como captación inmediata,
cogito (no de la res cogitans): intencionalidad de lo
pensado, en lo mundano, lo vivido. El sujeto trascendental es
entonces ese saber puro, que, por “la epojé”, ha podido
abandonar todo compromiso en lo sensible, y alcanzó la radicalidad
que fundamenta el conocimiento.
El sujeto
trascendental [5]
no se define como la operación, sino como el resultado de la
operación que es el tránsito de lo sensible a lo trascendental.
Sino es res este se
reduce
ya a la tautología que es la identidad del objeto y del sujeto del
conocimiento. Tampoco puede abandonar esta identidad que es la marca,
la prueba, de la pureza epistemológica. El pensar
refleja el pensamiento, como el pensamiento refleja el pensar.
Es
ese fijismo tautológico del sujeto trascendental el que estará en
el origen de toda la sofística husserliana. No puede abandonarse el
sujeto trascendental sin caer sea en el formalismo sea en el empírico
concreto. Esta aporía acecha toda salida del sujeto trascendental.
Aunque Kant pudo definir el lugar de reencuentro de las leyes del
conocimiento y de los objetos a conocer como lo relativo, fenómeno y
entendimiento, el sujeto trascendental de Husserl se define mediante
una radicalización fijista y tautológica del saber puro, que no es
saber más que de sí mismo, que no puede más que yuxtaponer el
sujeto reflexivo y el antepredicativo.
Es
que el cogito para
Husserl [6]
(al contrario de Descartes que asimila ese cogito
a un axioma del saber) es el fundamento de los propios axiomas. La
reducción fenomenológica en su andadura hacia el saber puro reduce
los axiomas, de orden geométrico, por ejemplo, al sujeto
trascendental. Es aquí que
está la justificación última de la epistemología husserliana. El
sujeto trascendental es así la transparencia pura del saber y de su
objeto, la identidad radical del objeto del conocimiento y del sujeto
del conocimiento. Esta andadura tautológica (A es A puesto que él
conoce A) identifica lo existente del saber y el saber de ese
existente. En este nivel la tautología no es más que la operación
formal que no recobra más que lo mismo. Ella basa una realidad del
saber que ya no tiene que buscar su predicado de existencia (que eso
sea fundamentando
su necesidad en un realismo de las ideas o en un realismo sensible).
Se alcanza lo apodíctico. ¡Pero a qué precio! ¡Lo apodíctico del
sujeto tiene como corolario la tautología del saber! Y si ese saber
es así un absoluto lo es
como ausencia de todo contenido concreto, y como prohibición, por
definición, de todo otro objeto del saber más que el sujeto
trascendental. Porque incluso
la lógica formal está en el lado del objeto. La mathesis
universalis “es la ontología
formal. Ella es la forma vacía de región en general” [7].
Eso que tiene valor de conocimiento es la reducción máxima de lo
sensible. Además incluso el formalismo de lo real sensible debe
reducirse mediante el formalismo del sujeto trascendental, mediante
la transparencia pura del sujeto cognoscente.
Además,
cuando el sujeto
trascendental conoce otra cosa más
que a sí mismo, eso no es según las condiciones mediatas del saber,
sino como intuición, participación directa al mundo práctico y
sensible. La ciencia es en primer lugar captación intuitiva del
objeto particular “de una esencia” del conocimiento. Y es esta
intuición la que
da la definición de la ciencia, y es solamente después de esta
definición que la metodología se constituye según esta intuición
para constituir investigación empírica. Mientras que Kant sometió
la intuición a una rejilla doble a priori (categorías del
conocimiento, condiciones a priori de una ciencia), Husserl captó
inmediatamente tanto
el objeto de la ciencia como
su contenido. Así, el estatuto del saber no es más que el chantaje
del sujeto trascendental que por su autoridad trascendental habilita
lo empírico. Una construcción ideal y artificial de la ciencia se
propone como “esencia”. Pero la realidad alcanzada no es entonces
ni lo trascendental ni la realidad ingenua del objeto. Es únicamente
una mixtura que ya no tiene el valor epistemológico de lo
trascendental y que ya no es la significación agnóstica de la cosa
en sí.
Pero
lo
que es inadmisible, es que ese saber empírico se propondrá como
conocimiento de la cosa en sí. La pretensión del sujeto
trascendental de alcanzar la cosa en sí por la captación intuitiva
de una empeiría es entonces
inadmisible. “La conciencia de sí lo da lo vivido en sí mismo, es
decir tomado como un absoluto.” En efecto, si el sujeto psicológico
y el sujeto trascendental pueden considerarse
justamente como participantes en lo mundano, esto no asegura más
que la realidad del mundo
exterior (cuya intencionalidad testimonia) y no el valor cognitivo de
las realidades conocidas. Elevar una empeiría a la dignidad
epistemológica del saber trascendental ya es un escándalo en el
plano epistemológico. Pero proclamar
a continuación como cosa en sí ese saber aunque sea reconocido como
“retención” en el flujo de lo vivido, es una decisión
subjetivista y voluntarista que encuentra su apoyo en un poder
exterior a la pura andadura epistemológica (es decir en el poder de
una clase social dirigente).
El
sujeto trascendental de Husserl yuxtapone la existencia formal del
saber y la empeiría del saber práctico. En este primer momento se
repite la dicotomía tradicional: formalismo-empírismo,
lógica-intuición. Es la definición del idealismo subjetivo. Puesto
que es imposible establecer el lugar entre la subjetividad y el mundo
exterior.
Tal
es la pretensión, en un primer momento, del idealismo subjetivo:
alcanzar la cosa en sí mediante una andadura intuitiva, que, sin
embargo, de su propia confesión no lleva más que lo empírico.
Contradictoriamente en su primer enunciado, y sin aparato
formal y mediato, el sujeto trascendental conoció la cosa en sí, es
decir la realidad íntima y particular de la cosa exterior.
El
segundo momento de esta andadura epistemológica hace aparecer el
irracionalismo como corolario del nominalismo y del intelectualismo.
Es
que la definición de la radicalidad del saber por el sujeto
trascendental (en la transparencia tautológica) tiene como corolario
la definición del sustrato sensible, inmediato, práctico como
privación total de intelección, de racionalidad.
Es
el antepredicativo en el que el idealismo subjetivo no reconoce sus a
priori implícitos. Este idealismo constituye en sí mismo lo
negativo de lo nominal: una realidad privada de la lógica
trascendental, un sensible como sustancia, una realidad objetiva
privada de inteligibilidad.
Y
a partir de este antepredicativo
aparecerá el lugar con el sujeto del conocimiento; el hiato entre la
necesidad del ego
trascendental y la contingencia de la cosa se subsanará. Si en el
primer momento del idealismo trascendental la lógica y la intuición
se yuxtaponen, sin poder dar fundamento al conocimiento, en un
segundo momento, es el antepredicativo el
que propone la justificación
del sujeto trascendental, que
es la realidad misma del constituyente y que propone el sentido tanto
del ser como
de su conocimiento.
Entonces
están justificadas la intuición y el empirismo como acceso a la
cosa en sí. La intuición dice mucho del antepredicativo y el
empirismo de la ausencia de lógica formal. La intuición accedió al
saber ya que este echa raíces en el antepredicativo.
Tales
son los dos momentos de la epistemología husserliana: la primacía
del sujeto trascendental (justificada por el formalismo lógico) y el
empirismo trascendental (justificado por la intuición) que revela
el sentido de las cosas. El sujeto trascendental, mediante la
intuición, recobra el antepredicativo como lo mismo recobra a lo
mismo. El sujeto concreto es lo mismo que el sujeto trascendental. La
donación de sentido y de forma viene del presaber (así está
justificado el empirismo metodológico).
Del
mismo modo que el saber formal del sujeto trascendental era
tautológico, la relación del yo concreto y del sujeto trascendental
desemboca sobre una identidad tautológica. Además los dos momentos
del idealismo subjetivo se “sintetizan”. Se
encuentra el lazo entre el formalismo y la realidad sensible. Es el
continuum del antepredicativo al sujeto trascendental. Es el sentido.
El sentido (o la explicación) no es lógica a lo irracional sino, al
contrario, el empuje vital viene del mundo de la vida.
La
epistemología ha realizado una operación doble: habilitar la
autoridad de la clase que dispone del lenguaje (por la lógica
formal) y en la práctica social habilitar la situación de hecho,
política e histórica, reificándola en el prerreflexivo revelado
por la epistemología. Tal es el modelo epistemológico de la
burguesía. La estrategia del idealismo subjetivo es la de establecer
un hiato entre lo existencial y el saber, entre la práctica y la
teoría, entre la clase cultivada y la clase productiva, entre la
vida íntima y el discurso científico para luchar por partida doble
jugando sobre los dos cuadros: mediante la autoridad del saber
(estatuto de clase) y mediante el poder de la naturaleza (que da
incluso el sentido al saber). La
dualidad entre la práctica y la teoría debe mantenerse (al precio
de la aporía nominalismo-realismo) para mantener la segregación de
clase. Hay que obstaculizar a la no intelectualidad el acceder a la
transparencia y al saber de ella misma, que sería su desalienación,
reduciéndola a un residuo para saberlo todo.
Las
técnicas operacionales de ese modelo epistemológico son: el
formalismo, la intuición, la tautología, la metodología empírica,
la donación de sentido a través del antepredicativo. El ego
trascendental se arroga el poder de decisión epistemológico. Ese
privilegio no sería más que el mérito del ascetismo que es el
tránsito del yo concreto al sujeto del conocimiento. Entonces
sería válida la intuición, poder del saber, que puede conocer la
naturaleza de las cosas, su sentido.
Notas
[1] Parte del libro “L'Etre et Le Code”.
[2] La
andadura polémica permite: 1° localizar la problemática mas
actual; 2° definir el método en función de esta actualidad
cultural; 3° retomar una andadura ejemplar (la de Marx).
[3] Cf.
Crítica de la razón pura. Resumimos algunas de las
proposiciones que serán recogidas por Husserl.
[4] A
partir de la filosofía de Husserl proponemos el modelo del
neokantismo. Nuestra andadura no cae por lo tanto de historia sola
de la filosofía. Ella es la construcción de un modelo. Ella es la
“estructura” no sabida y no dicha de la obra de Husserl.
[5] Cf.
Ideas directrices para una fenomenología, t. I; Meditaciones
cartesianas.
[6] Cf.
Meditaciones cartesianas.
[7] Cf.
Investigaciones lógicas.
Traducido por V. C. para Partiynost
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