jueves, 1 de febrero de 2018

Premisas, naturaleza y formas de la planificación económica y social

“Sin que desaparezcan los capitalistas, sin que sea abolido el principio de la propiedad privada de los medios de producción, es imposible edificar una economía planificada.” | Stalin, Entrevista con el escritor inglés H. G. Wells (1934)

Ante el nuevo ciclo de crisis capitalista no faltan los discursos y teóricos que prometen hacer “más racional” el capitalismo, hacerlo más equitativo, planificado, e incluso, con limites a los monopolios. Tampoco faltan los más osados que, detrás de variadas y nada novedosas medidas contra cíclicas —que incluyen desde tímidos subsidios a los desempleados, hasta la estatización de algunas empresas—, nos hablan de un “nuevo sistema” que estaría marchando hacia el socialismo, o seria, ni más ni menos, que un “nuevo socialismo” . Estos discursos que han tenido gran difusión y no pocos adherentes, no dudan en parafrasear viejas tesis que ya los comunistas de principios del siglo XX refutaron, cuando la socialdemocracia, e incluso los liberales, las presentaron luego de la crisis de 1930, para sembrar esperanzas sobre una posible planificación económica de la sociedad sin la necesidad de un régimen de dictadura del proletariado y la abolición de la propiedad privada.

El texto que ofrecemos a continuación aborda de una forma accesible éste tema y explica cuáles son las limitaciones de las teorías que pretenden “tomar prestado” algunos aspectos de la planificación económica del socialismo, para implantarlos en una sociedad capitalista. Se explican también cuales fueron las primeras experiencias que los bolcheviques hicieron en el ámbito de la planificación económica y la imposibilidad y diferencias irreconciliables con cualquier tipo de “planificación” que pretenda mejorar el capitalismo.  

Premisas, naturaleza y formas de la planificación económica y social

por V. Obolensky-Ossinsky [1]

Capítulos 1 y 2 de “Socialist Planned Economy in the USSR”

Obelensky y otros.

(Bendix & Lemke – Berlin 1932)

1. LA CRISIS DEL CAPITALISMO Y LAS PROPUESTAS PARA INTRODUCIR EL PRINCIPIO DE PLANIFICACIÓN EN LA ECONOMÍA CAPITALISTA. LA INUTILIDAD DE ESTAS PROPUESTAS

El mundo capitalista está viviendo la mayor crisis de su existencia; la más grande en cuanto a profundidad y agudeza, a su carácter mundial y duración. Hasta el momento no hay señales de mejora. La reducción de diez por ciento en la producción industrial de los principales países, el desempleo de decenas de millones de personas, una aguda crisis agraria como resultado de la caída del precio del trigo a un tercio de su precio antes de la guerra, la caída en el precio del algodón a menos de la mitad del que prevalecía en el período de “prosperidad”, la situación catastrófica en los mercados del azúcar y del caucho, etc.; un enorme subconsumo e incluso hambre entre los trabajadores de la ciudad y el campo; al mismo tiempo, los esfuerzos típicos de la economía “nacional” capitalista por deshacerse de la sobreproducción mediante la destrucción de los “excedentes” de producción y de bienes (paralización de los pozos de petróleo, restricción del cultivo de azúcar, etc.; propuesta de la junta directiva de US Farm para destruir un tercio de la cosecha de algodón): tales son las características típicas de esta crisis. Hace poco esta crisis se manifestó en el colapso de varias posiciones claves e importantes del capitalismo monopolista (el fracaso del Banco Danat en Alemania y las preocupaciones relacionadas con él). Esto amenaza con el colapso del sistema económico alemán y da lugar a la crisis crediticia que se extiende por Europa, así como a la incipiente inestabilidad de las monedas. La situación es tal que ya no son los opositores al capitalismo, sino los líderes y defensores del capitalismo los que ponen en duda la existencia misma del sistema y están ocupados buscando formas de salir de la crisis y discutiendo sobre diversos correctivos al sistema capitalista.

Mientras que en la URSS, el único país en el mundo con un sistema socialista de economía, la producción continuó creciendo de forma rápida, no sólo en 1930 sino también en el primer semestre de 1931. Las dificultades parciales que experimentó fueron dificultades de crecimiento, y la más característica de estas dificultades fue la escasez de oferta de mano de obra (para usar un término capitalista), un fenómeno totalmente opuesto al desempleo. El aumento de la superficie dedicada al cultivo del año 1931 que asciende a 9½ millones de hectáreas; la duplicación de la superficie de cultivo del algodón; el rápido desarrollo de la cría de ganado en las granjas soviéticas y las granjas colectivas, que está sustituyendo la producción kulak, en vías de desaparición; el aumento de la  pesca; la expansión de la producción en la industria textil; etc. son considerados en la URSS, no como calamidad económica, sino como base para aumentar el consumo de los trabajadores, para mejorar sus condiciones económicas. No es de extrañar, por tanto, que la cuestión de la supresión gradual de la “distribución racionada” y de las cartillas de alimentos, de la que tanto han escrito en el extranjero los enemigos de la URSS, será discutida seriamente a mediados de este año. Tampoco es de extrañar que los representantes de la URSS en la conferencia mundial de cereales, bajo ninguna circunstancia, acepten la propuesta estadounidense para reducir la producción de grano con el fin de “equilibrar” la oferta y la demanda.

Aparte de las explicaciones totalmente superficiales de la crisis mundial del capitalismo, los campeones del capitalismo ahora exponen dos razones de la crisis: 1) la falta de coordinación y la anarquía en los procesos económicos, y 2) la profunda divergencia entre el movimiento de la producción y el movimiento de la capacidad adquisitiva de las masas que constituyen el grueso de los consumidores. Comparado con el ejemplo vivo de la URSS, estas contradicciones del capitalismo destacan de un modo especialmente llamativo. Y dado que la ausencia de estas contradicciones en la Unión Soviética se debe obviamente a la planificación económica y social, se está difundiendo la idea de tomar prestado el método de “planificación” de la Unión Soviética, para trasplantarlo al entorno de la economía capitalista. Sin embargo, esto quieren hacerlo sin reemplazar los cimientos del sistema económico capitalista con los cimientos socialistas, en los que en realidad se basa la planificación, de la que prácticamente se desarrolla, y que garantiza sus conocidos éxitos.

La anarquía en la producción, en la circulación de mercancías, en las finanzas, etc., y la desarmonía entre la capacidad productiva y la capacidad de compra no son fenómenos aislados; éstos no pueden ser eliminados por separado, mientras se conserva todo el conjunto de condiciones que, durante los últimos cien años, inevitable y constantemente los han generado con cada vez mayor fuerza. Este complejo de condiciones es el modo de producción capitalista, cuyas características principales son: la propiedad privada de los medios de producción, la división social del trabajo y la diferencia entre la ciudad y el campo que ésta da lugar. Ahí, las relaciones entre las unidades económicas se establecen a través del mercado, mediante el funcionamiento de la ley del valor. A cierto nivel de desarrollo, los medios de producción se concentran en grandes empresas, los medios de producción se transforman en capital – la propiedad de la clase capitalista; las masas de productores inmediatos se convierten en una clase de trabajadores proletarios, cuya única propiedad, su fuerza de trabajo, es una mercancía, cuyo precio está determinado por el costo de su reproducción. Principalmente en la agricultura, se conserva un considerable grupo intermedio de  pequeños productores “independientes” oprimidos por el dominio del capital, de terratenientes que viven de la renta, de “intermediarios” comerciales y de diversos grupos de parásitos. La ganancia y el crecimiento del capital son las fuerzas motrices básicas del desarrollo técnico-económico. Por un lado, el capitalista busca reducir al mínimo el precio de la mercancía fuerza de trabajo y obtener la máxima plusvalía de ella, mientras que, por otro lado, los capitalistas compiten entre sí para vender sus productos en el mercado más amplio y más lucrativo. En el proceso de concentración vertical y horizontal del capital, se forman asociaciones monopólicas, y el capital comercial e industrial gradualmente se une al capital bancario. Esto, sin embargo, no suprime la competencia entre grupos de capitalistas y ramas industriales, por el contrario le da una enorme concentración y fuerza. La lucha por mercados, por esferas de inversión de capital y por materias primas baratas se traslada a la arena mundial. Los grupos monopolistas en el control del poder del Estado (los grupos imperialistas) compiten entre sí por el reparto del mundo y por el control de la mayor cantidad de territorios coloniales como sea posible. La lucha competitiva, la presión ejercida sobre la fuerza de trabajo y sobre los pequeños productores, etc., se traslada, de una forma diferente pero con mayor fuerza, a la arena de las relaciones mundiales. Esto no sólo da lugar a cataclismos económicos mundiales, sino también a guerras entre las potencias imperialistas, a expediciones y sublevaciones coloniales, al aumento de la opresión nacional, al crecimiento de los armamentos, etc.

La existencia de este complejo de relaciones, íntegra e intrínsecamente conectado, es un hecho real. Sus manifestaciones (incluyendo la guerra mundial y la “paz” que le siguió y que creó todo un sistema de países y naciones opresores y oprimidos, la crisis mundial de 1920-1921, la actual crisis mundial, una serie de revoluciones, incluyendo la primera revolución socialista en Rusia, y la preparación de los grupos imperialistas para una nueva guerra), son de conocimiento general. Los acontecimientos de los últimos quince años han demostrado claramente que los intereses materiales en la forma de intereses de clase, son la fuerza motriz de la historia mundial. Estos acontecimientos han demostrado que la lucha por esos intereses no ha disminuido, sino que por el contrario ha asumido una agudización, extensión y concentración hasta ahora nunca vistas; han demostrado que los grupos imperialistas, que poseen todos los recursos económicos, todos los instrumentos de violencia del Estado moderno, así como armas ideológicas poderosas (ciencia, escuelas, iglesia, prensa), están dispuestos a llegar a cualquier extremo en la lucha por mantener y extender su dominio, incluyendo también el exterminio en masa de los seres humanos y la destrucción de los valores materiales y culturales.

En tales circunstancias, los intentos aislados de eliminar las dos contradicciones del sistema capitalista y de introducir el principio de la planificación, no tienen en cuenta la realidad económica, social y política. Estas dos contradicciones en todo caso se basan en la existencia de la propiedad privada, las clases y el poder del Estado burgués que protege la propiedad privada. Italia –que se ha proclamado un “Estado corporativo”, donde empleadores y trabajadores deben unir consorcios y sindicatos en sus respectivas industrias, donde se ha creado un consejo económico supremo para regular la producción y el mercado, donde el Estado por lo general interfiere en grado considerable en las relaciones económicas– se encuentra en el mismo estado de sobreproducción general y de divergencia entre la producción y la demanda efectiva, que todos los Estados no “corporativos”.

La introducción “voluntaria” del principio de planificación en el sistema capitalista (como se propone en Estados Unidos) mediante la eliminación de restricciones a la formación de asociaciones de empresas en distintas industrias, mediante la formación de comités de planificación y coordinación en cada rama industrial y una comisión central para coordinar todas las ramas industriales, por supuesto, no logrará alcanzar los objetivos declarados. Sin embargo, conseguirá un objeto tácito: a saber, la derogación de las leyes antimonopolio. En términos generales, este sistema de convenios de “planificación” de ramas o inter-ramas (que, de hecho, establece cuotas de producción) sólo fortalecerá la posición de las grandes unidades monopolistas, y les ayudará a aumentar la presión sobre los intereses de los trabajadores y los agricultores. No abolirá la lucha competitiva entre los empresarios, el subconsumo de las masas, la especulación en la Bolsa de Valores, la “difusión del capital”, las aspiraciones imperialistas del gran capital (sólo las fortalecerá), ni, en última instancia, evitará las crisis. En Alemania, donde antes de la guerra la ley permitía la organización de cárteles en las ramas industriales y también entre ramas industriales, la crisis está haciendo estragos con particular fuerza.

Mucho menos factible es la propuesta de introducir la planificación sobre la base de un acuerdo entre las clases, la restricción parcial de los derechos de la propiedad privada, la regulación de los precios y las ganancias, la fijación del nivel de vida de los trabajadores y la introducción de “salarios anuales”, de control sobre las emisiones de capital, etc., con la ayuda de organismos de planificación compuesto por empleadores, trabajadores y representantes de la ciencia y la técnica, con derecho a investigar y controlar, y, en casos extremos, emitir órdenes obligatorias. Esta es la propuesta realizada por el Dr. L. Lorwin (Washington) en un estudio que expondrá en el Congreso Mundial Económico Social sobre el problema de la planificación; y las propuestas presentadas por los defensores europeos de la teoría del “capitalismo organizado” son similares a esto.

El complicado y gigantesco mecanismo de la economía moderna puede funcionar eficazmente solo si los cientos de miles de capitalistas y sus agentes, personal y materialmente interesados ​​en sus propias empresas y que gozan de la suficiente libertad para desplegar su “iniciativa privada”, automáticamente cooperan entre sí; o si se crea un organismo directivo para ejercer un control omnipresente y completo sobre todo el mecanismo o sobre la parte más importante de la misma, en la etapa inicial. En este último caso, los líderes de esta organización deben ser socialmente homogéneos; deben estar guiados por una idea, una voluntad y un objetivo comunes, deben perseguir el interés público y no el privado; el viejo tipo de “empleador” debe ser reemplazado por un tipo social esencialmente diferente, con una educación social diferente, con diferentes intereses, hábitos e ideología. Como regla general, sólo el trabajador industrial puede cumplir estos requisitos. Y no es casual que más del noventa por ciento de los gerentes de las empresas soviéticas sean trabajadores comunistas (la pertenencia al Partido Comunista es un factor extremadamente importante para asegurar la unidad de objetivo, voluntad y acción sociales). Lo que se requiere, además, es que toda la masa de trabajadores –o al principio, al menos la mayoría activa– esté absolutamente dedicada a la producción social planificada y que consideren las industrias como suyas. Sólo así puede se puede elaborar y ejecutar un plan económico social difícil y complejo.

En lugar de cualquiera de las alternativas de la teoría económica, imaginemos una situación en la que los incentivos y el cuidado y la iniciativa anteriormente demostradas en los negocios se han terminado, aunque los antiguos líderes del negocio sean los mismos. Supongamos también que los derechos de estos líderes empresariales han sido restringidos y que se ha establecido una especie de tutela sobre ellos, bajo la forma de un órgano, de composición social mixta, con diferentes intereses y diferente psicología social, que es un órgano de planificación y control, pero no es responsable de la gestión de las empresas. Además, el ambiente que fomenta los intereses, los hábitos y la ideología burgueses se mantiene prácticamente sin cambios, y las masas de los trabajadores no tienen incentivos sociales para apoyar la economía planificada, porque no lo consideran como su propia causa común. Tal situación hipotética sólo puede conducir a: 1) fricción y conflictos permanentes entre los grupos de clase representados en los órganos de planificación, lo que dificultará la elaboración de planes y dará lugar a una mala planificación; 2) conflictos similares con empleadores individuales que tratarán de impedir la elaboración y la ejecución de los planes; 3) una enorme burocratización de la gestión, tanto en la forma como en el fondo; 4) en algunos casos, indecisión e inercia por parte de los directivos de negocios; 5) su insubordinación a las decisiones de planificación en otros casos –de hecho, en la mayoría de los casos; 6) abusos, peculado y corrupción en masa; 7) obstaculización e interrupción de los procesos económicos que serán equivalentes a la peor de las crisis. A esto hay que añadir que una de las condiciones indispensables para la planificación de la economía nacional es el control único y centralizado de los recursos naturales del país (la tierra, los minerales, la energía hidráulica); en su defecto, la planificación será enormemente obstaculizada.

Sin embargo, todas estas suposiciones son totalmente hipotéticas; pues es totalmente impracticable imaginar que los empleadores que tienen el poder y la fuerza reales permitan ser puestos a un lado de esta manera. Menos aún son factibles esas propuestas como medio para la solución rápida de la crisis aguda del sistema capitalista. Incluso si tal propuesta fuera adoptada formalmente –así como se adoptó la propuesta de Wilson para una Sociedad de Naciones– estallaría la lucha entre los grupos monopolistas al interior de este proyecto, porque cada uno luchará por fortalecer su propio dominio. Al mismo tiempo, la resistencia de las masas se debilitaría, porque serían llevados a esperar grandes cosas del sistema de planificación. En realidad no hay peligro de que algo como esto suceda, ya que la propuesta es inviable.

Por consiguiente, la planificación económica y social es imposible bajo el capitalismo. La planificación es una característica inseparable del sistema socialista de producción, de cuyo vientre surge, se desarrolla y se realiza.

2. LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL COMO FORMA DE EXISTENCIA DE LA ECONOMÍA SOCIALISTA

El socialismo es un sistema social en el que todos los medios de producción pertenecen a la sociedad en su conjunto. Este sistema se genera en el seno del capitalismo mediante el desarrollo de las condiciones materiales para la socialización de los procesos industriales, mediante el crecimiento de la producción maquinizada, de las grandes empresas, las fusiones, etc. La socialización de los medios de producción significa, naturalmente, la abolición de las clases y las diferencias de clase [2].

La producción se lleva a cabo con el propósito de satisfacer las necesidades de los miembros individuales de la sociedad  y de las necesidades sociales en su conjunto, incluyendo sobre todo, el mantenimiento y desarrollo del aparato social de producción.

De esto, lógicamente, se desprende la necesidad de un plan económico. Incluso bajo el capitalismo, las grandes  empresas, con un proceso de trabajo socializado, deben tener un plan para calcular el gasto, anticipar los ingresos en unidades de dinero, y coordinar todos los procesos productivos. Bajo el capitalismo, la planificación inter-empresarial es imposible; pero sí es posible la planificación en unidades económicas individuales. Bajo el socialismo, toda la economía del país se convierte en una única gran empresa. Bajo este sistema, la planificación de toda la economía nacional no sólo es posible sino absolutamente necesaria. Se puede afirmar que la planificación económica y social es una forma esencial de existencia de la economía socialista, al igual que la anarquía de la producción y la competencia son las formas esenciales de existencia de la economía capitalista; porque sólo mediante un plan se puede ejercer la gestión social única de todas las diversas empresas, ramas industriales y esferas de la economía, y sólo mediante un plan estas empresas, ramas industriales, etc. pueden entrar en contacto y coordinar. La anarquía de la vida económica ha desaparecido y su lugar ha sido ocupado por la determinación consciente de todos los procesos de producción – por el plan económico.

El cálculo económico socialista (hozraschet) es la base del plan y la herramienta para su cumplimiento. Es un gran error creer que la adhesión al cálculo económico –es decir, a la aspiración de lograr los mejores resultados económicos posibles con el menor gasto– es característica sólo de la economía capitalista privada. El cálculo económico socialista difiere esencialmente del cálculo económico capitalista, pero es una característica de la economía socialista, ya que lo es de toda economía racional.

A diferencia del cálculo económico capitalista, el cálculo económico socialista implica, por ejemplo, la restricción o la prohibición de la producción y la venta de ciertos productos para los que puede haber una demanda considerable, pero que la opinión pública considera dañina e innecesaria. La remuneración del trabajo no se basa en el precio mínimo de mercado de la fuerza de trabajo considerada como mercancía, porque todos los trabajadores se convierten en dueños colectivos de la producción, los sujetos del proceso económico, y porque la fuerza de trabajo deja de ser una mercancía. “Los salarios” son fijados (teniendo en cuenta la diferencia en la habilidad y la productividad individual de la fuerza de trabajo, durante el primer período de desarrollo) por la simple estimación de las necesidades, las existencias y los recursos disponibles. En estas condiciones, la maquinaria que ahorra fuerza de trabajo no se introduce simplemente para abaratar la producción; los factores decisivos pueden ser la duración y la dificultad de la obra, la posibilidad de acelerar el ritmo y aumentar la escala de la producción, etc. La esencia del cálculo económico socialista es que, como resultado económico general, debe producir un equilibrio considerable y que a cada unidad económica se le asigne una cierta tasa de gastos y resultados equilibrados de la manera más eficaz. La adopción del cálculo económico por cada unidad económica (y eso es lo que cada centro de trabajo y los trabajadores involucrados deben hacer) es una herramienta para la realización del plan, una auténtica forma de verificar su cumplimiento.

Un rasgo característico esencial de la economía socialista planificada es el “predominio de la demanda sobre la oferta”, para usar un término del capitalismo privado. Esta situación en la URSS no es de ninguna manera el resultado de condiciones históricas, es decir, no se debe al hecho de que el nivel de vida en el antiguo régimen era muy bajo y ahora está creciendo rápidamente, o al hecho de que la industria, independientemente de lo rápido que podía crecer, estaba tan poco desarrollada que no podía seguir el ritmo de la “demanda”. El quid de la cuestión está en que dado que la fuerza de trabajo ha dejado de ser una mercancía, las cadenas que impedían el crecimiento de las necesidades de las masas han sido eliminadas. No hay límites absolutos al crecimiento de las necesidades humanas, que constantemente cambian de forma. Por eso, la transición al socialismo crea, en ese movimiento constantemente ascendente de las exigencias de toda la masa de los miembros de la sociedad socialista, una palanca poderosa para un desarrollo excepcionalmente rápido de las fuerzas productivas.

Por otro lado, como se demuestra en la actualidad, el socialismo también elimina las trabas de las fuerzas productivas en la economía privada, del aparato productivo social, lo que constituye el segundo requisito para su rápido crecimiento. De ahí que la política de industrialización en la URSS tampoco sea solo una expresión de las condiciones históricas – la construcción del socialismo en un país atrasado. Si el socialismo se hubiera introducido en un país altamente industrializado como los Estados Unidos, las consecuencia habrían sido un rápido crecimiento adicional de la industrialización, en una nueva forma y un nuevo sentido: la automatización completa de los procesos industriales sobre la base de un enorme mercado interno y de las exportaciones a países todavía atrasados; la rápida industrialización y la mecanización de la agricultura, la reconstrucción de las ciudades sobre nuevos principios, y otras formas de actividad industrial excepcionalmente intensivas. La liberación simultánea de las exigencias de las masas y de las fuerzas productivas del país crea un poderoso e inagotable estímulo para el desarrollo.

¿Cuáles son, entonces, las premisas concretas para la economía socialista planificada que se acaba de describir?

La primera es la socialización de todos los medios de producción y distribución, la tierra, los minerales, los recursos naturales (agua como fuente de energía y riego), las empresas industriales (al principio, todas las grandes), todos los bancos, las empresas de transporte (incluyendo todas las vías férreas y las líneas navieras), las empresas comerciales (empezando por las más grandes), etc. Todos los “puntos clave” de la económica se transfieren al Estado socialista. A esto hay que añadir una característica nueva para complementar la anterior: el monopolio del comercio exterior, para poder planificar la relación entre el Estado socialista y la desorganizada economía del mundo capitalista.

La segunda premisa, que está relacionada con la primera como medio fundamental para el cumplimiento de la tarea básica inicial (y todas las tareas posteriores), es que el poder pase a manos de la clase obrera, que la clase obrera se convierta en la clase dominante hasta que las clases y las diferencias de clase sean suprimidas. Este poder no puede ser el resultado de un compromiso con la antigua clase dominante; tampoco se pueden utilizar las viejas formas de organización del Estado, debido a que la estructura misma de este último asegura la preponderancia del poder real para los elementos capitalistas. Este poder es el poder absoluto de la clase obrera, su “dictadura”, aunque en esencia y forma es la democracia proletaria. Destruye el viejo tipo de Estado y crea uno nuevo, uno de transición a la época en que el Estado y las clases se extinguen.

La tercera premisa, un corolario de las dos primeras, es la supresión de las clases y la eliminación gradual de todos los rastros de las diferencias de clase. Esto en un principio se aplica a los grandes empresarios, a los grandes terratenientes y a los diversos grupos parasitarios (por ejemplo, los especuladores de la Bolsa). Esto proporciona a las autoridades públicas ingresos enormes, que antes se desperdiciaban improductivamente y que en adelante se utilizarán con el propósito de acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas y mejorar las condiciones de los trabajadores. La burguesía media se eliminará de manera más gradual. En cuanto a los pequeños productores independientes (especialmente en la agricultura), la transición a la socialización se efectúa por medio de la cooperación voluntaria que, en un momento histórico determinado llega a la etapa de la colectivización en masa.

Otra premisa fundamental es la mejora inmediata de las condiciones de la clase obrera, mediante el aumento de los salarios, el establecimiento de un salario mínimo adecuado, la introducción de una jornada de ocho horas (más tarde una jornada de siete horas, con un día de trabajo más corto para las ocupaciones peligrosas y arduas), la mejora de las condiciones de vivienda (mediante la redistribución por clase del fondo de vivienda, durante el período inicial), la introducción del seguro social en sus diversas formas, etc. Todo esto expresa el hecho de que la fuerza de trabajo ha dejado de ser una mercancía y que el proletariado se ha convertido en el dueño colectivo de la producción; todo esto ayuda al proletariado a sentirse y a actuar como responsable de la producción. Todo esto se ve reforzado por las medidas correspondientes en el ámbito de la política en general, y también en el campo de la cultura y la educación. Todo esto asegura la base fundamental sobre la que la planificación social y económica se puede llevar a cabo con éxito, es decir, la participación activa de toda la clase obrera, expresada en la emulación socialista, las brigadas de choque, los contra-planes, etc.

La siguiente premisa es la concentración del liderazgo, que debe ir de la mano con la concentración de la producción, en la industria, el transporte, etc. Se establece un sistema de cuerpos directivos para cada esfera de la economía, para cada rama industrial, para grupos de empresas y para empresas individuales. Se forman cuadros de líderes empresariales, homogéneos en composición social, objetivo social, conciencia social, voluntad y acción. Estos cuadros son reforzados por una red ramificada de organizaciones especiales que toman parte directa en el proceso industrial. Todo el sistema está subordinado a un solo órgano directivo – el Consejo Supremo de Dirección de la Economía Nacional (se establecen cuerpos especiales para gestionar el transporte, el comercio, el crédito, etc.). El curso histórico de los acontecimientos fue tal, que en la URSS estos organismos se crearon antes que los órganos de planificación especial, y en un principio llevaron a cabo las funciones de planificación. El órgano supremo, que vinculaba a todos los demás, era el gobierno. Pero sólo cuando se formó el Gosplan (Comisión de Planificación del Estado), la función de planificación adquirió una forma completamente organizada y especializada. La creación de un único sistema de dirección centralizada es el corolario del principio de concentración y especialización de la industria, que produce de inmediato considerables ventajas materiales.

Una premisa para desarrollar la planificación económica y social es la eliminación gradual de la contradicción entre la ciudad y el campo, una de las manifestaciones de la división social del trabajo – la característica típica de la sociedad de clases. El atraso técnico, económico y cultural del campo (que Karl Marx describió acertadamente como la “estupidez de la vida rural”) y el carácter disperso de sus organizaciones económicas, se han de superar mediante la combinación de la industria con la agricultura. Se deben establecer grandes granjas de producción, estatales y colectivas, sobre la base de la mayor mecanización posible de la producción y la combinación antes mencionada de la industria con la agricultura. El progreso en esta dirección dará como resultado que la agricultura quede completamente impregnada con el principio de la planificación económica social. La eliminación gradual de la división social del trabajo (en particular, entre el trabajo intelectual y el trabajo físico), mediante la elevación del nivel general de habilidad técnica de los trabajadores (como lo atestigua el gran movimiento entre los trabajadores de la Unión Soviética por “el dominio de la técnica”) y mediante la elevación del nivel general de la educación y la cultura (reorganización de las escuelas sobre nuevas líneas, haciendo que las universidades sean accesibles para todos, organizando cursos de extensión universitaria en clubes, en sociedades especiales y de todo tipo, desarrollando enormemente la publicación de libros y periódicos), todo esto, asegura un creciente grado de perfección en la participación de las masas en la elaboración y cumplimiento de los planes.

La abolición de la explotación colonial y la ubicación de los trabajadores de todas las nacionalidades y razas en pie de igualdad es el corolario de las dos premisas anteriores, a las que refuerza. Regiones atrasadas y sectores atrasados de la población dejan de ser factores que retardan el desarrollo de las fuerzas productivas y el aumento del consumo de masas. Se pone fin a la concentración artificial de las industrias de la región ahí donde la nación dominante predomina. Se lleva a cabo el desarrollo sistemático de los recursos naturales de todas las partes del antiguo imperio (es decir, se introduce la planificación económica y social en todo el territorio) y se concede la oportunidad a todas las naciones y razas para demostrar sus habilidades. Todo esto crea poderosos recursos adicionales para la economía socialista planificada.

Para terminar, es necesario mencionar una premisa general para la planificación económica y social: brindar el mayor estímulo y desarrollo al trabajo de investigación científica, especialmente en el campo de la tecnología y las ciencias sociales, pero también en todos los otros campos de la ciencia. El plan, como la manifestación de la conciencia social, como la forma de control racional de la sociedad sobre su economía, no puede basar su metodología de desarrollo técnico-industrial en otra cosa que no sea la ciencia, la quintaesencia del pensamiento social y la experiencia. Por lo tanto, la ciencia, la investigación científica, los especialistas en la ciencia y la técnica, deben disfrutar, y en verdad disfrutan, de una protección especial en el Estado socialista. El socialismo crea un sistema ramificado de instituciones de investigación científica, se esfuerza por transformar el trabajo de investigación científica en trabajo de masas, y atrae hacia él a los más amplios sectores posibles de trabajadores. El socialismo, que considera a la ciencia no como asunto privado de individuos, sino como una función social de importancia de primera clase, plantea la idea de la investigación científica planificada (de forma voluntaria). Una propuesta en este sentido ha sido adoptada por la Academia de Ciencias de la URSS.

Las premisas enumeradas anteriormente, si se toman en su forma plenamente desarrollada, garantizan la planificación económica social en su forma más inclusiva y desarrollada. Sin embargo, la planificación económica y social, en formas menos perfectas y en una escala relativamente menor, surge ya sobre la base de las primeras dos premisas básicas y decisivas, a partir de las cuales todas las demás comienzan a desarrollarse como su corolario. De un “tipo parcial de planificación” (para emplear el término del Dr. Lorwin) no sigue inevitablemente el “tipo absoluto” [3], porque el plan económico-social del Estado proletario es a la vez el plan de gestión y el plan de la construcción socialista, de la reconstrucción gradual de toda la economía nacional sobre principios socialistas.

El plan socialista de la economía nacional es una lucha en más de un sentido y en muchas direcciones. No es una teoría académica o un cálculo técnico-económico vehemente. El plan es la expresión y el arma de esa última lucha de clases en la historia de la humanidad, que está librando la clase obrera por la destrucción de las clases y por la edificación del socialismo. El plan es el objetivo de la lucha. Los restos de las antiguas clases dominantes tratan de influir en la elaboración de este plan, tratan de desviarlo a su gusto, para retardar su cumplimiento. En el curso de la planificación y la ejecución de los planes se libra la lucha por superar deficiencias debido a errores en la planificación, a la inexperiencia y a la completa novedad de todo el sistema de planificación. Continuamente salen a la luz nuevos recursos para el crecimiento de las fuerzas productivas y la mejora de las condiciones de los trabajadores. Constantemente se corrige el plan, y hasta ahora las correcciones han estado invariablemente en el ámbito de aumentar la escala de producción, el aumento de las tasas de crecimiento y la ampliación de la esfera cubierta por el plan. Sin embargo, esta lucha y dinámica que caracteriza la elaboración y el cumplimiento de los planes no dan lugar a prescindir de la planificación o la anarquía, expresan el movimiento incesante hacia la ampliación del control racional sobre todos los procesos económicos, hacia el control de todos los recursos productivos de la sociedad.

Vamos a citar algunos ejemplos para demostrar los resultados que pueden ser alcanzados por la transición a la propiedad socializada de los medios de producción y la constante ampliación de la planificación económica y social. En lo que respecta a la utilización de los recursos naturales del país, por primera vez se da la posibilidad de organizar la prospección de minerales de una manera científica y sistemática, sobre la base de los datos de la geofísica. La prospección de minerales metálicos, por ejemplo, se lleva a cabo mediante expediciones especiales, empleando métodos modernos perfeccionados, en todas las regiones geofísicas donde se espera que el mineral en particular pueda ser descubierto, y este trabajo no es en absoluto obstaculizado por la propiedad privada de la tierra y sus recursos. El resultado es un excepcionalmente rápido descubrimiento de riquezas hasta ahora desconocidas. Del mismo modo, avanza la exploración de carbón, petróleo, potasio, fosfatos, azufre, etc. Es por esto que en los últimos años se han descubierto constantemente nuevas fuentes de riqueza natural en la URSS.

En la explotación de la riqueza natural se ha llegado a un estado de cosas donde se ha eliminado por completo el despilfarro en la explotación de los recursos naturales, causado por la competencia. La competencia tiene un efecto pernicioso en la producción de petróleo, y esto ha sido eliminado por completo. Como resultado, la misma zona puede producir una cantidad considerablemente mayor de petróleo. También se puso fin al ocultamiento intencional de los yacimientos minerales descubiertos y a la restricción de la producción (con el fin de mantener los precios altos) que dificultaron la producción de petróleo y de metales no ferrosos en Rusia. La socialización de las fuentes de energía hídrica y su explotación colectiva facilitan la producción de una electricidad excepcionalmente barata (de ahí la producción barata de nitratos, aluminio, etc.), y la combinación regular de centrales eléctricas en “anillos”, de acuerdo al plan, cubren todo el país. Se hace posible la construcción planificada de los llamados combinados geográficos y también de complejos regionales de empresas. Como un ejemplo de lo primero podemos citar el gran proyecto Combinado Ural-Kusnetsk, que ya se está ejecutando, y que se basa en la utilización conjunta del mineral de los Urales y del carbón de Siberia-Kusnetsk. En torno a la central hidroeléctrica Dniéper se está formando un complejo regional de empresas, vinculado a la producción de nitratos, aluminio, acero de alto grado por fundición eléctrica, la organización de un sistema de riego, etc. En general todas las nuevas grandes empresas en la URSS son ahora construidas sobre el principio de la combinación planificada –tomando plena ventaja del uso común de gas, vapor (para la producción y calefacción), energía eléctrica, subproductos y “residuos”– y sobre la combinación de la industria y la agricultura.

El control social de los fondos de inversión de capital permite la construcción sólo de empresas grandes y, por lo tanto, técnicamente mejor equipadas. Por ejemplo, la planta metalúrgica estándar que se construye en la URSS tiene una capacidad de producción de cerca de 2 millones de toneladas por año (un tamaño aproximado al de la planta de Gary en Indiana); las fábricas de tractores se construyen con una capacidad de producción de 40,000 a 50,000 máquinas al año. La fábrica de automóviles de Nizhni Novgorod suministrará 140,000 automóviles al año; la fábrica de maquinaria agrícola de Rostov es la más grande en el mundo, etc.

Así como en un Estado socialista no hay margen para ocultar o dificultar la utilización de los recursos naturales, tampoco hay posibilidad de ocultar los nuevos inventos o restringir u obstaculizar su aplicación (mediante la compra de patentes, restringiendo su uso, abandonándolos deliberadamente). Todos los inventos y mejoras pueden y deben ser utilizados. La invención no es un asunto privado: cientos de institutos de investigación están trabajando en invenciones de acuerdo al plan. Se fomenta, en todos los sentidos, la capacidad creativa de los inventores trabajadores. Esto ya ha producido cambios técnicos de importancia, especialmente en la industria del carbón y en la construcción de máquinas agrícolas.

La actividad de las masas trabajadoras es el factor principal para el éxito de la planificación económica y social. No sólo la emulación socialista y las brigadas de choque –manifestaciones de una nueva psicología socialista– elevan directamente la productividad del trabajo, las propias masas trabajadoras son fundamentalmente decisivas en el descubrimiento de nuevas posibilidades industriales que hasta ahora no se han utilizado, y que les permiten exceder los planes. Esto encuentra su expresión en el llamado “contra-plan”, una idea que se originó hace más de un año. Una vez enviado el proyecto de plan de producción a las plantas o departamentos, allí es discutido por los trabajadores. Si ellos encuentran que, en una unidad de producción, se puede aumentar la producción y reducir el costo en mayor medida que la prevista en el plan, entonces se modifica ese plan y se sustituye por un contra-plan.

Los pocos ejemplos citados más arriba dan una idea general de por qué un país atrasado –que sufrió enormes pérdidas en la guerra mundial, que después experimentó las igualmente catastróficas intervención extranjera y guerra civil, y que hasta hace sólo diez años experimentó hambrunas– fue capaz no sólo de restaurar todo lo que estaba en ruinas, sino también de avanzar hacia adelante a un ritmo sin precedentes en la historia, sobrepasando ampliamente las estadísticas de producción anteriores a la guerra y progresando sin interrupción en medio de lo peor de una crisis mundial. Estos logros se han visto acompañados por la reducción de la jornada laboral a siete horas y la mejora radical de las condiciones de los trabajadores de la ciudad y el campo. Más aún, este avance se logró sin la ayuda del capital extranjero. Todos estos son los frutos evidentes de la reconstrucción de la URSS bajo lineamientos socialistas, son los resultados de la economía socialista planificada.



Notas

[1] El autor de este informe fue asistido en su trabajo por el equipo del Instituto de Investigación Económica del Gosplan.

[2] El Dr. Lorwin utiliza el siguiente argumento en contra de la posibilidad de la supresión de las clases: “Asumir que la lucha de clases es el único factor dinámico de la sociedad sería fatal para el socialismo, porque socialismo significa la supresión de las clases, y esto inevitablemente significaría que ya no tendría más estímulo para su desarrollo”. Esta objeción no es nueva y puede ser fácilmente refutada. El “factor dinámico” básico del desarrollo social es el desarrollo de las fuerzas productivas que determina las relaciones de producción y, en consecuencia, las clases. Las clases, los intereses de clase y la ideología, en repetidas ocasiones, han cambiado radicalmente en el curso del desarrollo histórico, como por ejemplo en la transición del feudalismo a la sociedad burguesa. El desarrollo de las fuerzas productivas en el seno de la sociedad capitalista conduce a la socialización real del proceso productivo y al mismo tiempo al poderoso crecimiento de una nueva clase que toma el lugar de la burguesía, el proletariado. Este último no tiene propiedad o intereses de propiedad. El único tipo de “ideal” que puede tener es la socialización de los medios de producción, que a la vez coincide con los intereses reales de la inmensa mayoría de la población. Esta socialización crea una base real para un sistema de sociedad (sin clases) totalmente nuevo, con nuevos hábitos, nueva psicología y nueva ideología, y también crea nuevas posibilidades e incentivos para el desarrollo, como ya se ha demostrado con la experiencia de la URSS.

[3] Sin embargo, el Dr. Lorwin se equivoca al pensar que el socialismo desarrollado (comunismo) presupone una reglamentación y nivelación general. Marx define la interrelación entre la sociedad y sus miembros, bajo el comunismo, mediante la fórmula “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”. Marx y Lenin eran también enfáticamente de la opinión de que el Estado se extinguirá bajo el comunismo.



Introducción, traducción y fuente de Tiempos Rojos