“Ningún marxista podría negar, sin romper con los principios del marxismo y del socialismo en general, que los intereses del socialismo están por encima de los intereses del derecho de las naciones a la autodeterminación.” | V. I. Lenin
Para nosotros, como comunistas, está claro que todo nuestro trabajo debe basarse en la labor de fortalecimiento del Poder de los obreros; y sólo después de esto se nos plantea otro problema, problema de suma importancia, pero subordinado al primero: la cuestión nacional. Se nos dice que no se puede ofender a los elementos de nacionalidad no rusa. Es completamente justo y estoy de acuerdo con ello; no se les debe ofender. Pero hacer de esto una nueva teoría, de que es preciso colocar al proletariado gran ruso en una situación de desigualdad de derechos, con respecto a las naciones antes oprimidas, es un absurdo. Lo que en el conocido articulo del camarada Lenin constituye un giro, Bujarin lo ha convertido en toda una consigna. Sin embargo, es evidente que la base política de la dictadura del proletariado la constituyen, ante todo y fundamentalmente, las regiones centrales, las regiones industriales, y no las regiones de la periferia, que son países campesinos. Si exageramos la nota en favor de la periferia campesina y en perjuicio de las regiones proletarias, puede producirse una grieta en el sistema de la dictadura del proletariado. Esto es peligroso, camaradas. En política no se puede pasar de la raya ni quedarse corto.
Conviene recordar que, además del derecho de los pueblos a la autodeterminación, existe también el derecho de la clase obrera a fortalecer su Poder; y aquel derecho se halla subordinado a éste. Ocurre a veces que el derecho a la autodeterminación entra en contradicción con otro derecho, superior a él: con el derecho de la clase obrera, que ha conquistado el Poder, a fortalecer este Poder suyo. En tales casos —hay que decirlo sin rodeos—, el derecho a la autodeterminación no puede ni debe servir de obstáculo al ejercicio del derecho de la clase obrera a su propia dictadura. Lo primero debe ceder ante lo segundo. Así ocurrió, por ejemplo, en 1920, cuando, para defender el Poder de la clase obrera, nos vimos obligados a marchar sobre Varsovia.
Por eso, al repartir toda clase de promesas a los elementos de nacionalidad no rusa y al hacer reverencias ante los representantes de las nacionalidades, como han hecho en el presente Congreso algunos camaradas, conviene tener presente que el campo de acción de la cuestión nacional y los limites, por decirlo así, de su competencia quedan restringidos, en nuestras condiciones interiores y exteriores, por el campo de acción y la competencia de la “cuestión obrera”, como cuestión fundamental.
Muchos se han remitido aquí a las notas y a los artículos de Vladímir Ilich. Yo no quisiera citar a mi maestro, el camarada Lenin, puesto que no está aquí, y temo que pueda referirme a él incorrectamente y fuera de lugar. Sin embargo, me veo obligado a citar un pasaje axiomático, que no se presta a ningún malentendido, con objeto de que a los camaradas no les quede ninguna duda respecto al peso específico de la cuestión nacional. Analizando, en un artículo sobre la autodeterminación, la carta de Marx referente a la cuestión nacional, el camarada Lenin llega a la siguiente conclusión:
“Para Marx no ofrece dudas la subordinación de la cuestión nacional a la “cuestión obrera”.” [1]
No son más que dos líneas, pero lo deciden todo.
Esto tienen que grabárselo bien en la frente ciertos camaradas con más celo que sensatez.
La segunda cuestión se refiere al chovinismo gran ruso y al chovinismo local. Aquí han intervenido Rakovski y, principalmente, Bujarin, el cual ha propuesto que se suprima el punto relativo a la nocividad del chovinismo local. Según él, no hay por qué perder tiempo con un gusanillo como el chovinismo local, cuando tenemos un “Goliat” como el chovinismo gran ruso. En general, Bujarin se hallaba sometido a un sentimiento de contrición. Y se comprende que así fuese, pues durante años ha pecado contra las nacionalidades, negándoles el derecho a la autodeterminación; hora es, por fin, de arrepentirse. Pero, al hacerlo, ha caído en el extremo opuesto. Es curioso que Bujarin invite al Partido a seguir su ejemplo, a hacer también acto de contrición, aunque todo el mundo sabe que el Partido no tiene nada que ver con eso, puesto que, desde el comienzo mismo de su existencia (1898), ha reconocido el derecho de autodeterminación y, por consiguiente, no tiene que arrepentirse de nada. La realidad es que Bujarin no ha comprendido la esencia de la cuestión nacional. Cuando se dice que lo que hay que destacar en primer término en la cuestión nacional es la lucha contra el chovinismo gran ruso, de ese modo se quieren señalar los deberes del comunista ruso, se quiere decir que el deber del comunista ruso es el de luchar él mismo contra el chovinismo ruso. Si no fuesen los comunistas rusos, sino los comunistas turkestanos o georgianos los que emprendiesen la lucha contra el chovinismo ruso, esta lucha de ellos se interpretaría como un chovinismo anti-ruso. Tal cosa embrollaría todo el asunto y fortalecería al chovinismo gran ruso. Sólo los comunistas rusos pueden encargarse de la lucha contra el chovinismo gran ruso y llevarla hasta el final.
¿Y qué se quiere decir cuando se propone luchar contra el chovinismo local? Con ello se quiere señalar el deber de los comunistas locales, el deber de los comunistas no rusos de luchar contra su propio chovinismo. ¿Acaso se puede negar la existencia de desviaciones en el sentido de un chovinismo anti-ruso? Todo el Congreso ha podido apreciar palpablemente que el chovinismo local, el georgiano, el bashkir, etc., existe, y que es preciso combatirlo. Los comunistas rusos no pueden luchar contra el chovinismo tártaro, georgiano, bashkir, porque si un comunista ruso asume la dura tarea de combatir el chovinismo tártaro o el chovinismo georgiano, esta lucha se interpretaría como la lucha de un chovinista gran ruso contra los tártaros o contra los georgianos. Ello embrollaría todo el asunto. Sólo los comunistas tártaros, georgianos, etc. pueden luchar contra el chovinismo tártaro, georgiano, etc.; sólo los comunistas georgianos pueden luchar con éxito contra su propio nacionalismo o chovinismo georgiano. En esto reside el deber de los comunistas no rusos. De aquí la necesidad de señalar en las tesis esta doble tarea, la de los comunistas rusos (me refiero a la lucha contra el chovinismo gran ruso) y la de los comunistas no rusos (me refiero a su lucha contra el chovinismo anti-armenio, anti-tártaro, anti-ruso). De otro modo, las tesis serían unilaterales; de otro modo, no hay posibilidad de crear internacionalismo alguno, ni en la edificación del Estado ni en la edificación del Partido.
Si luchamos solamente contra el chovinismo gran ruso, esta lucha eclipsaría la de los chovinistas tártaros y demás, que se desarrolla en las regiones de la periferia y que es particularmente peligrosa actualmente, en las condiciones de la NEP. No podemos dejar de luchar en los dos frentes, ya que sólo a condición de hacerlo en los dos frentes —por un lado, contra el chovinismo gran ruso, que representa el peligro principal en nuestra labor constructiva, y contra el chovinismo local, por otro— puede alcanzarse el éxito, pues sin esta doble lucha no lograremos ninguna compenetración entre los obreros y los campesinos rusos y los de otras nacionalidades. En caso contrario, puede resultar un estímulo del chovinismo local, una política de prima al chovinismo local, cosa que no podemos admitir.
Permitidme que también en este caso me remita al camarada Lenin. No lo habría hecho, pero, como en nuestro Congreso hay muchos camaradas que citan a diestro y siniestro al camarada Lenin, tergiversándolo, permitidme que lea algunas palabras tomadas de uno de sus artículos de todos conocido:
“El proletariado debe reivindicar la libertad de separación política para las colonias y naciones oprimidas por “su” nación. En caso contrario, el internacionalismo del proletariado quedará en un concepto huero y verbal; resultarán imposibles la confianza y la solidaridad de clase entre los obreros de la nación opresora y los de la nación oprimida.” [2]
Estos son, por decirlo así, los deberes de los proletarios de la nación dominante o anteriormente dominante. Luego, el camarada Lenin habla ya de los deberes de los proletarios o de los comunistas de las naciones antes oprimidas:
“Por otra parte, los socialistas de las naciones oprimidas deben defender y aplicar especialmente la unidad total y absoluta, incluyendo la unidad orgánica, entre los obreros de la nación oprimida y los de la nación opresora. De otro modo, con todas las maniobras, traiciones y trampas de la burguesía, resultaría imposible defender la política independiente del proletariado y su solidaridad de clase con el proletariado de otros países, ya que la burguesía de las naciones oprimidas convierte constantemente las consignas de liberación nacional en un engaño para los obreros.”
Como veis, si nos decidimos a seguir la senda del camarada Lenin —y ciertos camaradas han jurado aquí por su nombre—, es preciso mantener en las resoluciones las dos tesis, tanto la referente a la lucha contra el chovinismo gran ruso como la referente a la lucha contra el chovinismo local, como dos aspectos de un mismo fenómeno, como tesis de lucha contra el chovinismo en general.
Notas
[1] Véase: V. I. Lenin, “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”, Obras, t. 20, pág. 406, 4ª ed. en ruso.
[2] V. I. Lenin, “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación” (v. Obras, t. 22, pág. 136, 4ª ed. en ruso).
Fuente: Stalin, I. V., Obras, Lenguas extranjeras, Moscú, t. V, 1953, pp. 95-97.
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