domingo, 14 de enero de 2018

Stalin sobre las desviaciones en el terreno de la cuestión nacional


El cuadro que hemos trazado de la lucha contra las desviaciones en el Partido sería incompleto si no nos ocupáramos de las desviaciones existentes en el Partido en el terreno de la cuestión nacional. Me refiero, en primer lugar, a la desviación hacia el chovinismo gran ruso y, en segundo lugar, a la desviación hacia el nacionalismo local. Estas desviaciones no son tan visibles ni enérgicas como la desviación de “izquierda” o la de derecha. Se les podría calificar de desviaciones subrepticias. Pero esto no significa que no existan. No, existen y, lo que es más importante, crecen. De esto no puede haber la menor duda. Y no puede haberla, porque la atmósfera general de exacerbación de la lucha de clases tiene por fuerza que determinar cierta exacerbación de los roces nacionales, lo cual se refleja en el Partido. Por ello, conviene poner al descubierto y sacar a la luz del día la fisonomía de estas desviaciones.

¿Qué es, en el fondo, la desviación hacia el chovinismo gran ruso en la situación actual?

La desviación hacia el chovinismo gran ruso es, en el fondo, la tendencia a pasar por alto las diferencias nacionales de lengua, de cultura, de modo de vida; es la tendencia a preparar la supresión de las repúblicas y regiones nacionales; es la tendencia a vulnerar el principio de la igualdad de derechos de las nacionalidades y a desacreditar la política del Partido en lo que se refiere a dar un carácter nacional al aparato administrativo, la prensa, las escuelas y otras instituciones estatales y sociales.

Los desviacionistas de este tipo parten de la hipótesis de que, como con la victoria del socialismo las naciones deberán fundirse en un todo único y sus idiomas nacionales convertirse en un idioma único común, ha llegado el momento de borrar las diferencias nacionales y abandonar la política de fomento de la cultura nacional de los pueblos antes oprimidos.

Para ello invocan a Lenin, citándolo erróneamente y a veces falsificándolo y calumniándolo sin rodeos.

Lenin decía que, en el socialismo, los intereses de las nacionalidades se fundirían en un todo único; ¿no se desprende de esto que es hora de terminar con las repúblicas y regiones nacionales en interés... del internacionalismo? Lenin decía en 1913, en su polémica con los bundistas, que la consigna de la cultura nacional era una consigna burguesa; ¿no se deduce de esto que es hora de terminar con la cultura nacional de los pueblos de la U.R.S.S. en interés... del internacionalismo?

Lenin decía que la opresión nacional y las barreras nacionales quedarían suprimidas con el socialismo; ¿no se desprende de esto que es hora de terminar con la política consistente en tener en cuenta las particularidades nacionales de los pueblos de la U.R.S.S. y pasar a la política de asimilación en interés... del internacionalismo?

Y así sucesivamente.

No cabe duda de que esta desviación en la cuestión nacional, encubierta, por añadidura, con la máscara del internacionalismo y con el nombre de Lenin, es la variedad más sutil y, por consiguiente, más peligrosa del nacionalismo gran ruso.

En primer lugar, Lenin no dijo nunca que las diferencias nacionales deban desaparecer y que los idiomas nacionales deban fundirse en un idioma común en los límites de un Estado antes de la victoria universal del socialismo. Lenin, por el contrario, decía algo completamente distinto: que las “diferencias nacionales y estatales entre los pueblos  y los países... subsistirán incluso mucho tiempo después de la instauración universal de la dictadura del proletariado” [1] (t. XXV, pág. 227).

¿Cómo se puede invocar a Lenin y olvidar esta indicación fundamental suya?

Es verdad que un ex marxista, ahora renegado y reformista, el señor Kautsky, afirma algo diametralmente opuesto a lo que nos enseñó Lenin. Afirma, en contraposición a Lenin, que la victoria de la revolución proletaria en un Estado austro-alemán unido, a mediados del siglo pasado, habría conducido a la formación de un solo idioma alemán común y a la germanización de los checos, puesto que “la sola fuerza del intercambio libre de trabas, la sola fuerza de la cultura moderna aportada por los alemanes, sin ninguna germanización forzada, hubiera convertido en alemanes a los atrasados pequeñoburgueses, campesinos y proletarios checos, a los que no podía dar nada su nacionalidad venida a menos” (v. el prefacio a la edición alemana de “Revolución y contrarrevolución”).

Se comprende que la “concepción” citada responde por entero al social-chovinismo  de Kautsky. En el discurso que pronuncié en 1925 en la Universidad de los Pueblos del Oriente [2] combatí, precisamente, esa concepción de Kautsky. Pero, ¿acaso para nosotros, para los marxistas que deseamos ser consecuentemente internacionalistas, puede tener algún valor esta palabrería antimarxista de un social-chovinista alemán desbocado?

¿Quién tiene razón, Kautsky o Lenin?

Si tiene razón Kautsky, ¿cómo explicar entonces que nacionalidades relativamente atrasadas, como los bielorrusos y los ucranianos, más próximos a los grandes rusos que los checos a los alemanes, no se hayan rusificado a consecuencia de la victoria de la revolución proletaria en la U.R.S.S., sino que, por el contrario, hayan resurgido y se hayan desarrollado como naciones independientes? ¿A qué se debe que nacionalidades como los turcomanos, los kirguises, los uzbekos, los tadzhikos (sin hablar ya de los georgianos, armenios, azerbaidzhanos, etc.), a pesar de su atraso, lejos de rusificarse como consecuencia de la victoria del socialismo en la U.R.S.S., por el contrario, hayan resurgido y se hayan desarrollado en naciones independientes? ¿No está claro que nuestros respetables desviacionistas, en su afán de deslumbrar como internacionalistas, han caído en las garras del social-chovinismo kautskiano? ¿No está claro que, al propugnar un idioma común único dentro de un Estado, dentro de la U.R.S.S., persiguen, en esencia, el restablecimiento de los privilegios del idioma  antes dominante, es decir, del idioma ruso?

¿Dónde está aquí el internacionalismo?

En segundo lugar, Lenin no dijo nunca que la supresión del yugo nacional y la fusión de los intereses de las nacionalidades en un todo único equivalieran a la eliminación de las diferencias nacionales. Hemos destruido la opresión nacional, hemos destruido los privilegios nacionales e instaurado la igualdad de derechos de las nacionalidades. Hemos destruido las fronteras de Estado en el antiguo sentido de la palabra, los postes fronterizos y las barreras aduaneras entre las nacionalidades de la U.R.S.S. Hemos establecido la unidad de intereses económicos y políticos de los pueblos de la U.R.S.S. Pero, ¿significa esto que hayamos destruido con ello las diferencias nacionales, las lenguas, la cultura, el modo de vida, etc.? Claro está que no. Pero si las diferencias nacionales, la lengua, la cultura, el modo de vida, etc. siguen en pie, ¿no está claro que la reivindicación de que las repúblicas y regiones nacionales sean suprimidas en el período histórico actual es una reivindicación reaccionaria, contraria a los intereses de la dictadura del proletariado? ¿Comprenden nuestros desviacionistas que suprimir ahora las repúblicas y las regiones nacionales significa impedir a los millones que componen los pueblos de la U.R.S.S. recibir instrucción en su lengua materna, privarles de la escuela, los tribunales, la administración, las organizaciones e instituciones sociales y otras en su lengua materna, impedirles sumarse a la edificación socialista? ¿No está claro que, con sus afanes de un internacionalismo de relumbrón, nuestros desviacionistas han caído en las garras de los reaccionarios chovinistas grandes rusos y han olvidado, han olvidado por completo, la consigna de la revolución cultural en el período de la dictadura del proletariado, consigna que tiene la misma importancia para todos los pueblos de la U.R.S.S., tanto para los grandes rusos como para los que no lo son?

En tercer lugar, Lenin no dijo nunca que la consigna del desarrollo de la cultura nacional con la dictadura del proletariado fuera reaccionaria. Al revés, Lenin fue siempre partidario de que se ayudara a los pueblos de la U.R.S.S. a desarrollar su cultura nacional. Precisamente bajo la dirección de Lenin fue redactada y adoptada en el X Congreso del Partido una resolución sobre la cuestión nacional, en la que se dice de un modo inequívoco:
“La misión del Partido consiste en ayudar a las masas trabajadoras de los pueblos no grandes rusos a alcanzar a la Rusia Central, más adelantada; su misión consiste en ayudarles: a) a desarrollar y fortalecer en su territorio la organización estatal soviética bajo formas que estén en consonancia con las condiciones nacionales y el modo de vida de estos pueblos; b) a desarrollar y fortalecer en su territorio los tribunales, la administración, los organismos económicos y los órganos de Poder, que funcionen en la lengua materna y estén integrados por naturales del país que conozcan el modo de vida y la psicología de la población local; c) a desarrollar en su territorio la prensa, la escuela, el teatro, los clubs y, en general, las instituciones educativo-culturales en la lengua materna; d) a organizar y desarrollar una vasta red de cursillos y escuelas, tanto de instrucción general como de carácter profesional y técnico, en la lengua materna.” [3]
¿No está claro que Lenin propugnaba enteramente la consigna del desarrollo de la cultura nacional con la dictadura del proletariado?

¿Acaso no está claro que negar la consigna de la cultura nacional con la dictadura del proletariado implica negar la necesidad del progreso cultural de los pueblos no grandes rusos de la U.R.S.S., negar la necesidad de la instrucción general obligatoria para dichos pueblos y entregarlos a la esclavitud intelectual de los nacionalistas reaccionarios?

Lenin, en efecto, calificaba de reaccionario el lema de la cultura nacional bajo la dominación de la burguesía. Pero, ¿acaso podía ser de otro modo?

¿Qué es la cultura nacional bajo la dominación de la burguesía nacional? Una cultura burguesa por su contenido y nacional por su forma, cuya finalidad es intoxicar a las masas con el veneno del nacionalismo y reforzar la dominación de la burguesía.

¿Qué es la cultura nacional con la dictadura del proletariado? Una cultura socialista por su contenido y nacional por su forma, cuya finalidad es educar a las masas en el espíritu del socialismo y del internacionalismo.

¿Cómo se pueden confundir, sin romper con el marxismo, estos dos fenómenos distintos por su principio?

¿Acaso no está claro que, al combatir la consigna de la cultura nacional bajo el régimen burgués, Lenin atacaba el contenido burgués de la cultura nacional, y no su forma nacional?

Sería necio suponer que Lenin consideraba la cultura socialista como una cultura a-nacional, sin una u otra forma nacional. Hubo un tiempo, cierto, en que los bundistas atribuyeron a Lenin esta idea absurda. Pero por las obras de Lenin se sabe que él protestó vivamente contra esta calumnia, desentendiéndose con toda energía de esta idea absurda. ¿Será posible que nuestros respetables desviacionistas hayan seguido, realmente, las huellas de los bundistas?

¿Qué queda, pues, de los argumentos de nuestros desviacionistas después de todo lo dicho?

Nada, si exceptuamos sus juegos malabares con la bandera del internacionalismo y su calumnia contra Lenin.

Los elementos que se desvían hacia el chovinismo gran ruso se equivocan de medio a medio al suponer que  el  período  de  edificación  del  socialismo  en la U.R.S.S. significa el desmoronamiento y la supresión de las culturas nacionales. Sucede, precisamente, todo lo contrario. En realidad, el período de la dictadura del proletariado y de la edificación del socialismo en la U.R.S.S. es un período de florecimiento de las culturas nacionales, socialistas por su contenido y nacionales por su forma, pues con el régimen soviético las propias naciones no son naciones “modernas” corrientes, sino naciones socialistas, del mismo modo que sus culturas nacionales no son, por el contenido, culturas burguesas, corrientes, sino culturas socialistas.

Esos elementos no comprenden, por lo visto, que las culturas nacionales deben desenvolverse con fuerza mayor, gracias a la implantación y el fortalecimiento de la enseñanza primaria, con carácter general y obligatorio, en la lengua materna. No comprenden que sólo a condición de que se desarrollen las culturas nacionales será posible incorporar debidamente las nacionalidades atrasadas a la obra de la edificación socialista.

Esos elementos no comprenden que precisamente en esto consiste la base de la política leninista de ayuda y apoyo al desarrollo de las culturas nacionales de los pueblos de la U.R.S.S.

Puede parecer raro que nosotros, partidarios de la fusión, en el porvenir, de las culturas nacionales en una cultura común única (por la forma y por el contenido), con una lengua común única, seamos, al mismo tiempo, partidarios del florecimiento de las culturas nacionales en el momento actual, en el período de la dictadura del proletariado. Pero en esto no hay nada de extraño. Hay que poner a las culturas nacionales en condiciones de desenvolverse y florecer, permitiéndoles revelar toda su fuerza latente, a fin de crear las condiciones para su fusión en una cultura común única, con un idioma común único, en el período de la victoria del socialismo en todo el mundo. El florecimiento de las culturas, nacionales por la forma y socialistas por el  contenido, con la dictadura del proletariado en un solo país, para su fusión en una cultura socialista común única (por la forma y por el contenido), con un idioma común único, cuando el proletariado triunfe en todo el mundo y el socialismo haya  tomado carta de naturaleza en la vida: tal es, precisamente, el modo dialéctico como Lenin plantea la cuestión de la cultura nacional.

Pueden decirnos que este modo de plantear la cuestión es “contradictorio”. Pero, ¿acaso no se puede decir lo mismo de la cuestión del Estado? Somos partidarios de la extinción del Estado. Mas, al mismo tiempo, somos partidarios del reforzamiento de la dictadura del proletariado, que es el Poder  estatal más vigoroso y pujante de todos los existentes hasta ahora. Desarrollo máximo del Poder estatal con el fin de preparar las condiciones para la extinción del Poder estatal: tal es la fórmula marxista. ¿Es esto “contradictorio”? Sí, lo es. Pero esta contradicción procede de la vida misma y refleja enteramente la dialéctica de Marx.

O tomemos, por ejemplo, el modo como plantea Lenin la cuestión del derecho de las naciones a la autodeterminación, hasta la separación inclusive. Lenin presentaba a veces la tesis de la autodeterminación nacional bajo el aspecto de una simple fórmula: “separarse para unirse”. ¿Qué os parece?: separarse para unirse. Eso tiene incluso las trazas de una paradoja. Y, sin embargo, esta fórmula “contradictoria” refleja la verdad vital de la dialéctica de Marx, que permite a los bolcheviques tomar las fortalezas más inexpugnables en el terreno de la cuestión nacional.

Lo mismo hay que decir de la fórmula relativa a la cultura nacional: florecimiento de las culturas (y lenguas) nacionales en el período de la dictadura del proletariado en un solo país, con el fin de preparar las condiciones para su extinción y su fusión en una sola cultura socialista común (y en una lengua común única) en el período de la victoria del socialismo en todo el mundo.

Quien no haya comprendido este carácter peculiar y “contradictorio” de nuestra época de transición, quien no haya comprendido esta dialéctica de los procesos históricos, está perdido para el marxismo.

La desgracia de nuestros desviacionistas consiste en que no comprenden ni quieren comprender la dialéctica de Marx.

Así están las cosas en lo que se refiere a la desviación hacia el chovinismo gran ruso.

No es difícil comprender que esta desviación refleja la aspiración de las clases agonizantes de la nación gran rusa, antes dominante, a recobrar los privilegios perdidos.

De ahí el peligro del chovinismo gran ruso como el más importante en el Partido en el terreno de la cuestión nacional.

¿En qué consiste la esencia de la desviación hacia el nacionalismo local?

La esencia de esta desviación consiste en la tendencia a particularizarse y a encerrarse en el propio caparazón nacional, en la tendencia a velar las contradicciones de clase dentro de la propia nación, en la tendencia a defenderse contra el chovinismo gran ruso apartándose del cauce general de la edificación socialista, en la tendencia a no ver lo que acerca y une a las masas trabajadoras de las naciones de la U.R.S.S. y a ver únicamente lo que puede alejar a unas de otras.

La desviación hacia el nacionalismo local refleja el descontento de las clases agonizantes de las naciones antes oprimidas con el régimen de la dictadura del proletariado, su tendencia a encerrarse en su Estado nacional burgués e instaurar allí su dominación de clase.

El peligro de esta desviación consiste en que cultiva el nacionalismo burgués, debilita la unidad de los trabajadores de los pueblos de la U.R.S.S. y hace el juego a los intervencionistas.

Tal es la esencia de la desviación hacia el nacionalismo.

La tarea del Partido consiste en sostener una lucha decidida contra esta desviación y garantizar las condiciones necesarias para la educación internacionalista de las masas trabajadoras de los pueblos de la U.R.S.S.

Así están las cosas en lo que se refiere a las desviaciones en nuestro Partido, a las desviaciones de “izquierda” y de derecha en el terreno de la política general, y con las desviaciones en el ámbito de la cuestión nacional.

Tal es la situación interior de nuestro Partido.

Ahora, cuando el Partido ha triunfado en la lucha por la línea general, cuando la línea leninista de nuestro Partido triunfa en todo el frente, muchos propenden a olvidar las dificultades que nos crearon en nuestro trabajo los desviacionistas de toda laya. Es más: algunos camaradas de espíritu filisteo siguen todavía creyendo que no hubiera sido necesario luchar contra dichos elementos. Ni que decir tiene que estos camaradas están profundamente equivocados. Basta volver la vista atrás y recordar las fechorías de los trotskistas y de los desviacionistas de derecha, basta recordar la historia de la lucha contra las desviaciones en el período que abarca el informe, para comprender la vaciedad y la mezquindad de ese filisteísmo en el Partido. Está fuera de duda de que, sin meter en cintura a los desviacionistas, sin vencerlos en lucha abierta, no hubiéramos podido obtener los éxitos de los cuales se enorgullece ahora con razón nuestro Partido.

Nuestro Partido se ha desarrollado y robustecido en la lucha contra las desviaciones respecto a la línea leninista. En la lucha contra las desviaciones ha forjado la unidad leninista de sus filas. Nadie niega ahora el hecho indiscutible de que el Partido nunca ha estado tan unido en torno a su Comité Central como ahora. Todo el mundo tiene ahora que reconocer que el Partido es hoy, como nunca, un partido unido y monolítico, que el XVI Congreso es uno de los pocos congresos de nuestro Partido en que no hay ya una oposición organizada y compacta, capaz de oponer su línea particular a la línea general del Partido.

¿A qué debe el Partido este éxito decisivo?

Lo debe a que, en su lucha contra las desviaciones, ha practicado siempre una política de principios, sin descender nunca a las combinaciones entre bastidores y a los trapicheos diplomáticos.

Lenin decía que la política de principios es la única política justa. Hemos salido victoriosos de la lucha contra las desviaciones porque, honrada y consecuentemente, hemos seguido este legado de Lenin. (Aplausos)

* * *
Voy a terminar, camaradas.

¿Qué conclusión general puede sacarse?

En el período transcurrido hemos logrado éxitos decisivos en todos los frentes de la edificación socialista. Hemos logrado estos éxitos porque hemos sabido enarbolar la gran bandera de Lenin. Si queremos vencer, debemos seguir enarbolando la bandera de Lenin, preservando su pureza inmaculada.
(Aplausos)

Tal es la conclusión general.

Con la bandera de Lenin triunfamos en los combates de la Revolución de Octubre.

Con la bandera de Lenin hemos conseguido éxitos decisivos en la lucha por la victoria de la construcción socialista.

Con esta misma bandera triunfaremos en la revolución proletaria en todo el mundo.

¡Viva el leninismo! (Grandes y prolongados aplausos. Ovación de toda la sala.)



Notas

[1] Subrayado por mí. — Stalin

[2] Stalin, I. V., “Sobre las tareas políticas de la Universidad de los pueblos de Oriente”, 18 de mayo de 1925.

[3] “El PCUS en las resoluciones y acuerdos de los Congresos y Conferencias y de los Plenos del CC”, parte I, p. 559, ed. en ruso, 1953.



Fuente: Stalin, I. V., Obras, Lenguas extranjeras, Moscú, t. XII, 1953, pp. 127-131.

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