domingo, 14 de enero de 2018

“Es hora de saber que el marxismo es enemigo del igualitarismo” — I. V. Stalin


Todo leninista, si lo es de verdad, sabe que el igualitarismo en lo que concierne a las necesidades y a la vida personal es un absurdo reaccionario pequeñoburgués, digno de cualquier secta primitiva de ascetas, pero no de una sociedad socialista organizada al modo marxista, pues no puede exigirse que todos tengan las mismas necesidades, los mismos gustos, que vivan su vida personal según un modelo único. Y, en fin, ¿acaso entre los obreros no se mantiene la diferencia, tanto en las necesidades como en su vida personal? ¿Acaso significa esto que los obreros están más distanciados del socialismo que los miembros de las comunas agrícolas?

Esta gente piensa, por lo visto, que el socialismo exige el igualitarismo, la igualación, la nivelación de las necesidades y de la vida personal de los miembros de la sociedad. Huelga decir que tal suposición no tiene nada de común con el marxismo, con el leninismo. El marxismo entiende por igualdad, no la nivelación de las necesidades y del modo de vida de cada uno, sino la abolición de las clases, es decir:

a) la liberación, igual para todos los trabajadores, de la explotación, una vez derrocados y expropiados los capitalistas;
b) la abolición, igual para todos, de la propiedad privada sobre los medios de producción, después de que estos últimos han pasado a ser propiedad de toda la sociedad;
c) el deber, igual para todos, de trabajar según sus capacidades, y el derecho, igual para todos los trabajadores, de ser remunerados según su trabajo (sociedad socialista);
d) el deber, igual para todos, de trabajar según sus capacidades, y el derecho, igual para todos los trabajadores, de ser remunerados según sus necesidades (sociedad comunista).

Además, el marxismo parte del hecho de que los gustos y las necesidades de los hombres no son ni pueden ser unos y los mismos en cantidad o en calidad, ni en el período del socialismo ni en el período del comunismo.

Ahí tenéis la concepción marxista de la igualdad.

El marxismo no ha admitido ni admite ninguna otra igualdad.


Inferir de aquí que el socialismo exige el igualitarismo, la igualación, la nivelación de las necesidades de los miembros de la sociedad, la uniformidad de sus gustos y de su vida personal, y que, según el plan marxista, todos tienen que vestir igual, comer lo mismo y en igual cantidad, es decir vulgaridades y calumniar al marxismo.

Es hora de saber que el marxismo es enemigo del igualitarismo. Ya en el “Manifiesto del Partido Comunista” Marx y Engels fustigaban el primitivo socialismo utópico, llamándolo reaccionario por su propaganda de “un ascetismo general y un burdo igualitarismo” [1]. Engels consagró, en su “Anti-Dühring”, todo un capítulo a criticar enérgicamente el “socialismo radical igualitarista”, idea lanzada por Dühring en oposición al socialismo marxista.


“El verdadero contenido de la reivindicación proletaria de la igualdad —decía Engels— se reduce a la abolición de las clases. Toda reivindicación de igualdad que vaya más lejos conduce inevitablemente al absurdo.” [2]

Lo mismo dice Lenin:
“Engels tenía mil veces razón al escribir: Todo concepto de la igualdad que no sea la abolición de las clases es un prejuicio imbécil y absurdo. Los profesores burgueses, criticando el concepto de la igualdad, nos han reprochado el propósito de hacer que cada hombre sea igual a todos los demás. Han acusado a los socialistas de esta estupidez inventada por ellos mismos. Pero no saben, debido a su ignorancia, que los socialistas, y precisamente Marx y Engels, fundadores del socialismo científico moderno, decían: La igualdad es una frase vacía, si no se entiende por ella la abolición de las clases. Queremos abolir las clases; en este sentido estamos en favor de la igualdad. Pero pretender que haremos a cada hombre igual a todos los demás, es una frase vacía y una estúpida invención de intelectual” (Discurso de Lenin “Cómo se engaña al pueblo con consignas de libertad e igualdad”, t. XXIV, págs. 293-2948 [3]).

Me parece que está claro.

Los escritores burgueses se complacen en pintar el socialismo marxista como un viejo cuartel zarista, donde todo está sometido al “principio” de la nivelación. Pero los marxistas no son responsables de la ignorancia y de la estupidez de los escritores burgueses.

No cabe duda de que esta confusión de ideas acerca del socialismo marxista en algunos miembros del Partido, y el apasionamiento por las tendencias igualitaristas de las comunas agrícolas, se parecen como dos gotas de agua a las concepciones pequeñoburguesas de nuestros atolondrados izquierdistas, en los cuales la idealización de las comunas agrícolas ha llegado en un período determinado hasta el punto de querer implantar comunas incluso en las fábricas, donde los obreros calificados y no calificados, trabajando cada uno en su oficio, tenían que entregar su salario al puchero colectivo y distribuirlo luego por igual entre todos. Ya se sabe el daño que causaron a nuestra industria estos infantiles experimentos igualitaristas de los atolondrados “izquierdistas”.


Como veis, los restos de la ideología de los derrotados grupos enemigos del Partido, tienen una gran vitalidad.

Claro es que si estas concepciones izquierdistas hubiesen triunfado en el Partido, éste habría dejado de ser marxista y el movimiento koljósiano se habría desorganizado por completo.

Tomemos ahora, por ejemplo, la consigna: “proporcionar a todos los koljósianos una vida acomodada”. Esta consigna no sólo se refiere a los koljósianos; concierne todavía más a los obreros, puesto que queremos hacer acomodados a todos los obreros, convertirlos en personas con una vida holgada y plena mente culta.

Se diría que la cuestión os clara. No había por qué derrocar el capitalismo en octubre de 1917 y pasar varios años edificando el socialismo si no pudiéramos conseguir el bienestar de los hombres. El socialismo no significa miseria y privaciones, sino la supresión de éstas, la organización de una vida próspera y culta para todos los miembros de la sociedad.

Sin embargo, esta consigna tan clara, en realidad elemental, ha provocado perplejidad, confusión y desconcierto en una parte de los militantes del Partido. ¿No será esta consigna, dicen, un retorno a la vieja consigna de “enriqueceos”, rechazada por el Partido? Si todos se hacen acomodados, continúan, y los pobres dejan de existir, ¿en quién podremos apoyarnos los bolcheviques en nuestro trabajo?

¿Cómo vamos a trabajar sin los pobres?

Quizá sea ridículo, pero la existencia de estas concepciones ingenuas y antileninistas entre una parte de los miembros del Partido es un hecho indudable que debe ser tenido en cuenta.

Por lo visto, esta gente no comprende que entre la consigna de “enriqueceos” y la de “proporcionar a todos los koljósianos una vida acomodada” media todo un abismo. En primer lugar, sólo pueden enriquecerse personas o grupos aislados, mientras que la consigna que reclama una vida acomodada no se refiere a personas o a grupos aislados, sino a todos los koljósianos. En segundo lugar, personas o grupos aislados se enriquecen para someter a los demás y explotarlos, mientras que la consigna de una vida acomodada para todos los koljósianos, estando socializados los medios de producción en los koljóses, descarta toda posibilidad de explotación de unos hombres por otros. En tercer lugar, la consigna de “enriqueceos” fue lanzada en el período de la primera fase de la NEP, cuando el capitalismo se restablecía parcialmente, cuando los kulaks aun tenían fuerza, cuando en el país prevalecía la hacienda campesina individual, y la hacienda koljósiana se encontraba en estado embrionario; mientras que la consigna de “proporcionar a todos los koljósianos una vida acomodada” fue lanzada en la última fase de la NEP, cuando los elementos capitalistas han sido eliminados en la industria, los kulaks derrotados en el campo, la hacienda campesina individual desplazada al último plano y los koljóses constituyen ya la forma dominante de la agricultura. Y no hablo ya de que la consigna de “proporcionar a todos los koljósianos una vida acomodada” no ha sido lanzada en forma aislada, sino en íntima relación con la de “bolchevizar los koljóses”.

¿No está claro que la consigna de “enriqueceos” significó, en realidad, un llamamiento a restablecer el capitalismo, mientras que la de “proporcionar a todos los koljósianos una vida acomodada” significa un llamamiento a dar el golpe de gracia a los últimos restos del capitalismo, merced al fortalecimiento de la potencia económica de los koljóses y a la transformación de todos los koljósianos en trabajadores acomodados? (Voces: “¡Así es!”)

¿No es evidente que entre estas consignas no hay ni puede haber nada de común? (Voces: “¡Así es!”)

En cuanto al argumento de que, si no hay pobres, serán imposibles el trabajo bolchevique y el socialismo, es una tontería de la que hasta da un poco de vergüenza hablar. Los leninistas se apoyan en los pobres, cuando existen elementos capitalistas y existen pobres explotados por los capitalistas. Pero cuando los elementos capitalistas han sido aplastados y los pobres emancipados de la explotación, la tarea de los leninistas no consiste en consolidar y perpetuar la pobreza y los pobres, las premisas de cuya existencia están suprimidas, sino en desterrar la pobreza y elevar a los pobres a una vida próspera. Sería estúpido pensar que el socialismo puede ser edificado sobre la base de la miseria y de las privaciones, sobre la base de la reducción de las necesidades personales y el descenso del nivel de vida de la población hasta el rasero de vida de los pobres, que, por cierto, quieren dejar de serlo y se afanan para alcanzar una vida próspera. ¿Quién necesita tal socialismo, con perdón sea dicho? Eso no sería socialismo, sino una caricatura del socialismo. El socialismo no se puede edificar más que sobre la base de un desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas de la sociedad, de la abundancia de productos y mercancías, de una vida próspera de los trabajadores; de un ascenso pujante de la cultura. Porque el socialismo, el socialismo marxista, no significa la restricción de las necesidades personales, sino su mayor ampliación y florecimiento; no significa la limitación de las necesidades o la renuncia a satisfacerlas, sino la satisfacción plena y completa de todas las necesidades de los trabajadores culturalmente desarrollados.

No cabe duda de que esta confusión en las concepciones de algunos miembros del Partido, en lo que atañe a la pobreza y al bienestar, es reflejo de las opiniones de nuestros atolondrados izquierdistas, que idealizan a los pobres como un apoyo eterno del bolchevismo en todas las condiciones y consideran los koljóses como arena de una encarnizada lucha de clases.

Como veis, tampoco aquí, en esta cuestión, han perdido aún su vitalidad los restos de la ideología de los derrotados grupos antipartido.

Claro que si estos conceptos propios de atolondrados hubiesen triunfado en nuestro Partido, los koljóses no habrían obtenido los éxitos de los dos últimos años y se habrían disgregado rápidamente.



Notas

[1] C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en dos tomos, t. I, p. 48, ed. en español, Moscú, 1951.

[2] F. Engels, “Anti-Dühring”, p. 101, ed. en ruso, 1950.

[3] V. I. Lenin, Obras, t. 29, p. 329, 4ª ed. en ruso. 




Fuente: Stalin, I. V., Obras, Lenguas extranjeras, Moscú, t. XIII, 1953, pp. 136-138.

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