jueves, 30 de septiembre de 2021

Sobre la llamada “ontologización” del materialismo dialéctico — Bonifatiy Kedrov


Bonifatiy Mijailovich Kedrov
(1905-1985)


De tal forma, al hablar de la “ontologización” del objeto del materialismo dialéctico tenemos en mente la tergiversación de los criterios de la filosofía marxista en el espíritu del materialismo vulgar.

La consecuencia de este error fundamental fue la exclusión, por esencia, de todas las cuestiones de la lógica dialéctica marxista (es decir, el método dialéctico propiamente dicho) de la esfera de atención de nuestros filósofos e incluso la negación de la propia existencia de la lógica dialéctica.

En conexión con esto se supuso la limitación únicamente a la lógica formal cuando el meollo del asunto trataba de las leyes y formas del pensamiento. El método dialéctico marxista se interpretó solo desde la arista de su fundamentación objetiva y se lo comprendió simplemente como dialéctica de la naturaleza, como reconocimiento de la presencia en la naturaleza de vínculos universales, desarrollo, saltos y contradicciones. En resumen, la propia dialéctica no se elaboró como teoría, sino que se redujo a sencillamente a dar ejemplos que confirmen o ilustren sus tesis, ejemplos tomados del área de las ciencias naturales y ciencias sociales, esto es, a una suma de ejemplos. La argumentación habitual en favor de tal reducción fue que para la enseñanza de la filosofía era menester ilustrar con ejemplos sus tesis generales. La cuestión principalísima sobre la comprensión de la propia dialéctica como ciencia fue sustituida por las cuestiones metodológicas sobre como es necesario enseñar. La “ontologización” del método dialéctico también se ligó con la interpretación excesivamente dilatada, naturfilosófica por la esencia de la cuestión, de la propia filosofía. Su objeto era la explicación de todo el “mundo en su integridad” (o leyes del “mundo en su integridad”, como se dice en la primera página del libro arriba citado, “Materialismo dialéctico”). Todo esto se hizo a pesar de los señalamientos directos de Marx, Engels y Lenin según los que a la filosofía ahora únicamente le quedaban las leyes más generales de todo desarrollo (dialéctica) y las leyes específicas del pensamiento (lógica), pero ni de lejos es la doctrina sobre los vínculos universales de los fenómenos de la naturaleza y sociedad; y precisamente esto último se sobreentendía por doctrina sobre el “mundo en su integridad”. Pero a partir de la obra de Engels es bien conocido que al “mundo en su integridad” no lo estudia únicamente la filosofía, sino todas las ciencias tomadas en su conjunto, tanto naturales como sociales. Ignorarlo en este caso implica retornar a la vieja naturfilosofía (en correspondencia con la vieja sociología) y tratar a la filosofía como “ciencia de ciencias”.

La invención de la fórmula no marxista sobre el “mundo en su integridad” como objeto del materialismo dialéctico condujo en la práctica a intentos de sustituir a las soluciones científico naturales de problemas concretos de la ciencia natural contemporánea con digresiones filosóficas generales, que vulneran la correlación correcta entre la filosofía y las ciencias particulares. Ciertos filósofos llegaron hasta a proponer la tesis de la existencia de cierta “filosofía de las ciencias naturales” particular, abriéndole paso no solo a las concepciones naturfilosóficas, sino también a las concepciones positivistas.

La fuente principal de los errores anotados y del alejamiento de los principios de la filosofía marxista-leninista es la no consideración de los señalamientos directos de Lenin, relativos a la elaboración de la dialéctica marxista como ciencia, su teoría, sus leyes y categorías. Ya lo dijimos antes, por algún tiempo hasta el reconocimiento de la existencia de las categorías de la dialéctica se puso en duda y fue rechazado por ciertos filósofos dirigentes como si esto contradijere el estado presente del pensamiento filosófico en nuestro país. En palabras se declaró la necesidad de seguir las indicaciones de Lenin, en los hechos se condujó una línea de negación directa de estas, ignorándolas y vulnerandolas por completo.

Entretanto debe ser completamente evidente para todo filósofo de verdad que la cuestión del carácter objetivo de la dialéctica no debilita ni en lo más mínimo el reconocimiento del carácter específico del proceso cognoscitivo. El conocimiento, resumido en conceptos, siempre es objetivo en su integridad, en el proceso de movimiento y aproximación del sujeto al objeto, en la conclusión de la coincidencia del sujeto con el objeto; este es objetivo porque el mundo exterior le sirve de contenido, de manantial, mundo exterior cuyo reflejo también es el propio conocimiento. Es más, el proceso dialéctico de conocimiento incorpora en sí el reconocimiento gnoseológico de la realidad objetiva en calidad de objeto de investigación, a semejanza de como la dialéctica en su integridad incluye en sí a la teoría del conocimiento. “La formación de conceptos (abstractos) y operar con estos – recalco Lenin – ya incorpora en sí la representación, la convicción, la conciencia de la regularidad de los entronques objetivos del mundo” [16, p. 169]. Pero la forma de reflejo y expresión de estos entronques (objetos) en el pensamiento del ser humano (sujeto) es peculiar, esta ineludiblemente porta en sí algo que depende del sujeto en vista de que el meollo de la cuestión no es el reflejo de un objeto en otro objeto (por ejemplo, algún cuerpo en un espejo ordinario), sino del reflejo del objeto en el sujeto. En el proceso del conocimiento y en sus conclusiones se elimina y corrige, en la medida de posible, todo lo subjetivo; la forma en que el reflejo de lo objetivo en lo subjetivo se da, en medida de lo posible, bajo condiciones dadas se corresponde con el contenido del conocimiento, es decir, con el propio reflejo del objeto. Todo el proceso se realiza dialécticamente, y esta es una de las manifestaciones más importantes del carácter objetivo de la dialéctica.



Fuente: “La unidad de dialéctica, lógica y teoría del conocimiento” [Edinstvo dialektiki, loguiki y teorii posnaniya], Editorial KomKniga, Moscú, 2006, pp. 154-156.



Traducido por C. Amaru para Partynost